La prisión acaba, la prisión de hierro, pero continúa la
prisión del sueño.
Silvio Rodríguez
El alma, prisión del cuerpo.
Michel
Foucault
El sujeto está sujetado al deseo.
Jacques Lacan
Estoy
sentado en mi celda sin poder ver alrededor. Irónicamente, dentro de ella soy
libre, actor principal de mis fantasías y ensoñaciones, amo y señor de la cosas
que pienso y de aquellas que guardo. Los otros que están conmigo viven una
situación parecida. Acuclillados en el centro de sus calabozos, con miedo de
rozar siquiera la mano de su compañero. Miedo a pararse y enfrentar al destino,
a cambiarlo, a escupirle en la cara y a moldearlo de acuerdo a deseos y sueños.
Miedo y negación; interna y externa. Desde afuera nos encierran y desde adentro
giramos la llave.
Esperando un vaya a saber qué de algún sabe quién. Da temor
mirar hacia afuera porque está oscuro, pero de seguro es una traba que sólo
justifica nuestra inacción. Quizás haya luz, pensamos, pero no nos animamos a encender
el interruptor. La sombra contiene, abriga y no nos expone. Nos mantiene
ocultos el uno del otro; y así entre sombras, susurros y secretos, entre
imposibles y utopías, algún día nos demos cuenta que las puertas estuvieron
siempre abiertas y que las empujábamos nosotros desde el interior para que nada
o nadie pudiera entrar ni salir.
Alguna
palabra, algún gesto, alguna mirada que nos devuelva esa ilusión de que estamos
vivos y que si no es hoy quizá nunca lo sea.La jaula nos
separa pero también nos da la evidencia de que hay varios como nosotros. Y de
repente ya no nos sentimos tan solos.Será
cuestión de animarse o perecer. Y quizá esto no sea necesariamente un opuesto:
a veces, animarnos a saltar nos libera y justo en el momento del impacto nos
sintamos finalmente libres, haciendo lo que siempre quisimos.
M.S
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