Redundante


Se lo dije alguna vez y se lo vuelvo a decir (…) sin que se le haga complejo; no quiero darle consejos, solo mostrarle un sentir.
José Larralde

Si las personas se apersonaran personalmente para personificar sus fantasías, no fantasearían con fantásticos fantasios. O Si nuestras causas causaran casualidades, lo causal no causaría hechos casuísticos, no dependeríamos de dependientes, no desearíamos deseos diversos.
El desear no nos hace desiderativos, es el deseo por el deseo mismo. El deseo como finalidad no tiene fin, es infinito, más no nuestro final que finaliza y finiquita, finito.
Ser lo que se fue continúa en el ser que somos, por ende, fue, es y será lo que deba ser y lo que, nunca llegue a ser, por algo no hubo sido
Porque ahogar el sofoco y la falta de aire, respirar la inspiración aspirando el suspiro, exhalando el hálito, como el hábito de expirar aquello que nos inspira, a veces no da respiro.
Nunca supimos cómo saber lo que los sabios saben, y de saberlo no sabríamos cómo saber aplicar nuestra sabiduría; ergo, no se es lo se dice, se es lo que se hace.
La fantasía infinita en el deseo del saber ser, y  el tiempo, como esa ley inapelable que corre en contra nuestro.


-Matt A. Hari-

Carpe Diem


Un padre le confiesa a su hijo (que está entrando en la adultez) un antiguo secreto: en su familia, los varones tienen el poder de viajar hacia atrás en el tiempo. Para ello sólo deben elegir una escena del pasado, meterse en un lugar oscuro (cuarto, placard, etc.) cerrar los ojos y apretar los puños. Hay una sola condición para que ello ocurra: mantener el secreto, no contárselo a las mujeres. Y algo más: una vez que uno se convierte en padre no puede regresar a una escena anterior al nacimiento de su hijo.

Sobre este dato se desarrolla la película “About time”, dirigida por Richard Curtis. La película muestra las idas y venidas amorosas del hijo, la conmovedora relación entre él y su padre y el modo en que se cumplen los ciclos de la vida. Cuando va a ser padre a su vez, el hijo se lamenta por todos aquellos momentos a los que ya no podrá regresar, y entonces recibe un póstumo mensaje paterno: “De ahora en más enfrentá cada día como si sólo fueras a vivirlo una vez o como si ya lo hubieras vivido y ahora lo estuvieras corrigiendo para hacerlo perfecto. Abordalo así hasta en los más pequeños detalles”.

Esta película conecta con una idea que el psicólogo del comportamiento Daniel Kahneman desarrolla en su libro “Pensar rápido, pensar despacio”. Según Kahneman, conviven en nosotros un Yo que experimenta y un Yo que recuerda. El primero vive en tiempo real, atraviesa en vivo y en directo cada una de nuestras experiencias vitales. El segundo es el que las rememora y las relata. El Yo que experimenta está siempre presente y es silencioso. El que recuerda aparece una vez que las cosas han pasado y tiene voz.  El que experimenta vive en el tiempo, minuto a minuto. El que recuerda elimina el factor tiempo, hace montajes con diferentes escenas, rompe las secuencias de los acontecimientos, descarta muchos de ellos, les da a otros una relevancia de la que carecieron en el momento de la experiencia. El Yo que recuerda nos lleva a decir, por ejemplo, que fuimos muy felices en determinada época de la vida, y para ratificarlo elimina totalmente los momentos de angustia, frustración, dolor o tristeza que pudimos haber vivido en esa misma época. De la misma manera puede hacernos decir que tal o cual fue el peor momento de nuestra vida, dejando afuera los episodios alegres, divertidos o reconfortantes que quizás matizaban nuestra tristeza. El Yo que recuerda toma escenas aisladas de nuestras vivencias y las convierte en una totalidad, sin atenuantes.

El Yo que experimenta y el que recuerda nunca coinciden en el tiempo, siempre se suceden y lo hacen en el orden nombrado. Si el que experimenta tuviera voz y pudiera irrumpir en medio del relato del que recuerda, posiblemente muchas veces tendrían acaloradas discusiones. Ni para bien ni para mal las cosas suelen ser como las recordamos. De algún modo quedamos encriptados en la narrativa de nuestras vidas.
La película “About time” propone ir del Yo que recuerda al Yo que experimenta, al revés de lo que habitualmente ocurre. Quizás si se nos otorgara a todos la facultad de los protagonistas de regresar en el tiempo, nos llevaríamos unas cuantas sorpresas, algunas agradables y otras decepcionantes. Veríamos que algunos dolores no fueron tan excluyentes como el Yo que recuerda los cuenta, y que algunas alegrías no resultaron tan burbujeantes como ese Yo nos dice.

¿Qué hacer, entonces? Lo que el sabio padre le dice al hijo. Vivir cada día como si ya lo hubiéramos vivido y convertirlo esta vez en el mejor día posible, porque ya no volveremos a él. Si se quiere, se trata de restarle un poco de espacio al Yo que recuerda, para no vivir mirando siempre hacia atrás, y cedérselo al Yo que experimenta, esto es al tiempo presente, a lo que de veras nos está ocurriendo, a lo que estamos sintiendo ahora (no a lo que creemos haber sentido ayer o imaginamos que sentiremos mañana), a lo que hacemos hoy y a cómo lo hacemos. Toda emoción, todo sentimiento, toda idea que se plasma en su tiempo real (el presente), nos deja libres para lo que la vida nos depare. De lo contrario nos perdemos en lamentos, ilusiones, confusiones, creencias, ensoñaciones y fantasías a las que el Yo recuerda es muy aficionado. Todo esto ya lo sabía el inmortal poeta latino Horacio cuando, en el siglo I antes de Cristo, acuñó su inspirado e inmortal Carpe Diem: cultiva el día.

- Rodro Malamorte - 

Lo que se ve no es lo real


Llevo tanto tiempo mirando esas fotografías, que casi creo que son reales

Robert Smith  - Pictures of you-

Uno de estos primeros daguerrotipos tomado en 1839 por Louis Daguerre “Boulevard du Temple, Paris”, muestra el citado boulevard  a las ocho de la mañana. En esa hora la calle era un autentico hervidero de gente yendo de aquí para allá a toda prisa, pero, como se puede observar, la calle parece desierta. ¿Y dónde está toda la gente? Pues sencillamente, como se movían no salieron en la foto. Sin embargo, tal como las nervaduras de una hoja contienen la estructura del árbol del cual se desprenden, no todo es lo que parece. Un solo ser humano se yergue en la instantánea. ¿Qué lo hace distinto? ¿Qué representa su soledad? ¿Cómo, dónde, por qué y cuándo?
Una foto detiene e inmortaliza un momento en el tiempo; dota de sentido un recuerdo y activa los sentimientos asociados a ellos. Nos hace inmortales pero a la vez perecederos.  Somos los actores principales o el fondo decorativo y no depende del fotógrafo este recorte. El observador completa la imagen y le otorga sentido convirtiendo cada fotografía en miles de fotos distintas.
Todo se mueve y el simple reflejo de la realidad revela todo menos la realidad misma. Miramos pero no podemos verlo todo, registramos todo pero no alcanzamos a almacenarlo, recordamos pero apenas algunas cosas y las demás las… distorsionamos. Algo análogo sucede con la fotografía, captura pero solo unos cuantos fragmentos, registra pero no hay manera de guardar todas las imágenes del mundo y mucho menos de recordarlas todas; y al final, nunca estaremos realmente seguros de que lo plasmado en la imagen es o fue, lo que parece ser.

Al querer inmortalizar un momento de la realidad no hacemos más que sacrificar de forma altruista el tiempo de nuestra vida. Con cada imagen que dejamos o cada palabra que escribimos estamos donando fuerza vital en pos de la trascendencia. A su vez, la realidad se encuentra en esa quimera inalcanzable que descansa entre lo que se ve y lo que no se ve, manifestándose de manera errante e itinerante en chispazos de creación y arte. El intersticio de lo real no se nos presenta de manera simple y accesible. No obstante, la obra representa un legado y una huella en la historia, la cual, como dijimos, se paga con el bien más preciado, más intangible y más ignorado de todos: el tiempo.
La cronología nos permite datar los momentos en los que ocurren determinados hechos o procesos;  en una línea de tiempo se puede representar gráficamente los momentos históricos en puntos y los procesos en segmentos. Quizá por eso en la imagen de Daguerre las personas, animales y carruajes no quedaron plasmados como puntos, sino como procesos.
El ser humano ha buscado siempre los límites de lo más lejano, lo más pequeño, y lo más veloz. En la frontera de lo ultrapequeño y lo ultrarápido, la tecnología está transformando nuestro conocimiento de los componentes más básicos de la materia y de la vida: los átomos, las células, las partículas. Cada vez está más cerca la posibilidad de actuar en las dimensiones infinitesimales en las que los ciclos vitales se desenvuelven.  Y esto, también, se convertirá en otra foto, que marcará un destello en el tiempo, frágil e irreverente, enseñándonos nuevamente que el tiempo pasa inexorablemente para todos, y no podemos detenerlo.
¿Y el hombre de la foto? Detenido en lugar y tiempo, trascendió a la totalidad de imágenes que recopiló en su historia. Aunque eso, hoy, ya no importe.

 -MATT A. HARI-


Los Andes “Obras cumbres” o la quimera hecha canción.

Todo amante de la música sabe con certeza lo difícil que es escribir una buena canción. Y cuando me refiero a ello no solo hablo de pe...