"Cuando lo hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad."
Bertolt Bretch
“¿Por qué somos buenos con
los demás?”. Esa fue la pregunta que dio inicio a una serie de disquisiciones
acerca de un tema que es tan antiguo como la humanidad misma: la bondad humana
y sus consecuencias.
¿Somos buenos porque
naturalmente poseemos esa virtud? ¿O lo somos porque en el fondo esperamos que
los demás lo sean con nosotros? Hay una especie de pacto moral en el cual no se
puede obligar al otro a que se comporte como uno, pero esa moralidad es la que
se pone en juego entre dos personas.
Cuando hacemos algo en pos
del bien de alguien, es cuando se inicia este juego. Esa persona, aunque no
quiera verlo o no quiera hacerse cargo, implícitamente tiene la obligación de
comportarse del mismo modo cuando la necesidad sea inversa. Pero hete aquí que
no todos son coherentes con esa obligación. Y como esa obligación no es penal
sino moral, no hay forma alguna en la cual podamos obligar al otro a actuar
como lo hicimos en su momento.
¿Qué sucede en ese momento?
Excusas, argumentos vacíos, echarle la culpa a cualquier cosa con tal de no
hacerse cargo de su falta. Frases como “yo soy así, discúlpame”, “no me gusta
discutir” o “que vos actúes así no significa que yo tenga que actuar igual” nos
dan la pauta de que en el fondo, el nexo de obligatoriedad parece funcionar
solamente cuando la necesidad es propia.
¿Por qué la gente suele
actuar así? ¿Incoherencia, conveniencia? Tal vez sea una mezcla de factores, o
quizá sea simplemente una demostración de un excesivo egoísmo en el cual todos
tienen que estar a su disposición. Pero esa disposición pareciera no afectarlos
de un modo coercitivo: cuando la campana suena del otro lado, eligen
homenajear a Poncio Pilatos y desaparecer haciendo mutis por el foro.
Entonces, ¿qué se hace con
tanta bondad y buenas intenciones cuando el desencanto se apropia de la
realidad? Ese es el punto, está en uno decidir si se sigue insistiendo por
naturaleza con una virtud que no todos valoran, o desistir de intentar que los
demás entiendan que las buenas acciones deben ser correspondidas del mismo
modo. En todo caso, y lamentablemente, el peso de la decisión siempre recae en
nosotros mismos y en nuestras conciencias.
-Rodro Malamorte-