Sesiones en vivo (VII), Hoy: The Descendents en el Teatro Flores / 4-12-2016

(Foto: Ariel Arredondo López Dickson)

El mundo es vos y yo esta noche.
Descendents –Get the time-
Quiero ser estereotipado, quiero ser clasificado.
Descendents –Suburban home-
Los chicos buenos quedan para lo último. Lo sé mejor que nadie.
Descendents –I´m the one-

La venganza de los nerds

Ir solo y sin compañía a un recital es una experiencia definitoria. Y más aun cuando después de todas las emociones vividas se deben escribir unas líneas con formato de verso sobre la experiencia.
Pero no nos desviemos del tema. Estar en soledad en una multitud propone, al menos, dos variantes: buscar algún otro/a que se encuentre en la misma situación que uno y hacer un esfuerzo conjunto para dejar de estar solo; o adoptar una postura de observador participante que afine los sentidos para analizar cada detalle, momento o situación a lo largo de la duración del espectáculo. Yo adopté la segunda con la esperanza de pasar un buen rato, tener interesantes diálogos internos e intentar memorizar la mayor cantidad de recuerdos de una vivencia, en mi caso, tan trascendental.
¿Y qué vi? Vi amigos abrazándose; vi veteranos con el pelo poblado de canas y vi purretes emocionados con su primer recital legendario, ambos con expresión de ansiedad en sus rostros; vi curiosos que no sabían muy bien qué esperar del show; vi émulos de Milo Aukerman con lentes “de mentira”; vi pogos muy intensos y “Crowd surfings” bastante extensos; vi caras llenas de lágrimas y gente cantando las canciones con una sonrisa en el rostro; vi personas alcoholizadas en estado de semi-inconsciencia que me dejaron pensando cuál es el motivo que los lleva a pagar una entrada a un show y no ver nada del mismo; vi solidaridad y vi desidia; vi un recinto lleno de espectadores batallando como podían contra un calor infernal; vi muchas personas eligiendo y comprando en los stands de venta oficial, vi a algunos famosos de la escena rockera argentina en pose de “estrella” y a muchos otros disfrutando del show y saludando a la gente.
Sin duda muy lindo y edificante lo sucedido debajo del escenario pero tanto ustedes como yo nos estamos olvidando lo que sucedió arriba de él.
No habría que olvidarse de lo ajustada que sonó la banda.
No habría que olvidarse de una lista de temas espectacular donde dieron primacía a su último LP pero repasaron cada uno de los clásicos infaltables.
No habría que olvidarse de la “joroba” de Milo Aukerman, que tras una inspección más exhaustiva, se descubrió que era una mochila de hidratación para hacer frente al infierno arriba del escenario.
No habría que olvidarse de la enorme figura de Bill Stevenson, esa suerte de Buda de gestos simiescos que aporreó su batería y dio cátedra de cómo hacer fácil lo difícil.
No habría que olvidarse de Stephen Egerton, esa suerte de “conehead” con esteroides, dirigiendo la batuta sobre las tablas, haciendo coros, moviéndose sin parar y notablemente emocionado con las muestras de cariño del público.
No habría que olvidarse de Karl Alvarez y su reputación de mil batallas ganadas, con su vozarrón dominante en las notas altas y esas difíciles líneas de bajo ejecutadas a mano limpia.
No habría que olvidarse, nuevamente, del gran Milo con su pose tan característica como si padeciera un dolor fuerte de cintura, y esa forma tan suya de cantar historias de nerds, amor, desamor, comida chatarra y cafeína.
No habría que olvidarse de que el sonido pudo haber sido mejor, o al menos no tan fuerte como para que resultara parejo en todo el recinto.
No habría que olvidarse de las lágrimas de este cronista al escuchar algunas canciones, en especial “When i get old” y “Clean sheets”, sumamente emotivas al escucharlas por primera vez y hoy aún más tras haber experimentado lo narrado en ese largo camino que llamamos vida.
No habría que olvidarse de Berru txarrak, la banda soporte, que realizó un set (muy) largo y de alta intensidad que terminó llevándose los aplausos tanto de los curiosos como de algunos pocos seguidores que coreaban todas sus canciones en idioma vasco.
Los Descendents y la euforia de sus fans

Pero por sobre todas las cosas, no habría que olvidarse de haber tenido la suerte y el gusto de disfrutar en vivo a una banda pionera del género, en muy buen estado pese a promediar los cincuenta años, con ganas todavía de enamorar a una nueva generación de punk rockers con sus letras simples que nos identifican en algún momento de la vida, con esas melodías a prueba de balas que te dejan silbando a toda hora y en todo lugar, y con esa pose de outsider que respalda  y defiende a aquellos que le escapan a los estereotipos del éxito.
El 4 de diciembre del 2016 será recordado en Argentina como el día que la infancia, la adolescencia y la adultez se dieron la mano amigándose tras muchos años de batalla. Ese día será recordado por los asistentes como un momento histórico y a la vez íntimo donde un Doctor en biología devenido ícono punk, un baterista/productor/adorable escritor de canciones que tocó con las mejores bandas del genero, y dos músicos que son garantía de confianza, sumieron a las casi mil novecientas almas presentes en un trance que servirá para comenzar cualquier charla, o como el as bajo la manga que gane el premio a la mejor anécdota para contarle a nuestros amigos, hijos y por qué no hasta nuestros nietos.

MATT A. HARI





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los Andes “Obras cumbres” o la quimera hecha canción.

Todo amante de la música sabe con certeza lo difícil que es escribir una buena canción. Y cuando me refiero a ello no solo hablo de pe...