Todo amante de la música sabe con certeza lo
difícil que es escribir una buena canción. Y cuando me refiero a ello no solo hablo de
pensar armonías, melodías, rítmicas adhesivas, acordes afines y una estructura
amable a los oídos. No. Hablo de buen gusto y oficio para pensar en favor del resultado.Pocos exponentes lo logran y mas aún dentro del
territorio argentino.
Al enterarme, allá por el 2016, que se estaba
gestando un combo que reunía a grandes compositores del género -Sebastian Rubin (ex-Grand Prix, Rubin y los Subtitulados, Los Campos Magnéticos, etc.), Ema Lopez y Martín Locarnini (Boas Teitas), Juan Marioni (ex-Avant Press, Alfredo Piro, etc.- ,mi expectativa
fue alta pero un tanto escéptica. Mas allá del talento individual, pocas veces se logran resultados parejos con
personalidades disimiles sin que una sobresalga ante las demás y con la maña
infame del oyente al señalar “este tema es de x” o “esto suena muy y”. Afortunadamente,
Los Andes logra sortear esos lugares comunes con maestría, enalteciendo en su
primer larga duración aquel lema gestáltico
que sostiene que “el todo es más que la suma de las partes”. Dicho esto, podemos
afirmar sin equivocarnos el siguiente axioma: nunca antes dentro de la escena pop argentina se
realizó un trabajo de tanta calidad como lo es “Obras Cumbres”. (Sì, leyó bien)
En Los Andes todos cantan y todos componen. En
Los Andes todos tienen trayectoria de larga data. En Los Andes hay equipo y
canciones como “Hogar”, “Espiando al sol” y el “El momento” sostienen el
concepto y estética de la banda: superar los límites del ego y funcionar como una
agrupación que entiende la quimera de alcanzar la adhesión instantánea de una
melodía en nuestro cerebro. También hay gemas como “Las palabras” que en modo
de vals beatlesco te transporta a otras épocas con esa sinuosidad tan bien
trabajada, y no olvidar las versiones tan bien seleccionadas (“Ella lo sabe” y “Si no te
tengo a ti -”She knows it” y “I still have thee” de Phonograph y Teenage
Fanclub, respectivamente) en las cuales no se logra distinguir si se trata de
un homenaje a referentes del género o una canción propia que tiene una hermana
gemela al otro lado del Océano Atlántico.
Y si de tirar flores se trata, no hay que olvidar el
preciso trabajo de Pablo Font en la elaboración de la portada de estas obras cumbres: todo un hallazgo de
minimalismo y concepto que simboliza e ironiza a la perfección la misión del cuarteto en la búsqueda del buen gusto y la efectividad en una composición
musical.
Esperemos que el año próximo traiga la buena nueva de
enterarnos que este trabajo tenga edición física (al día de la fecha hay confirmada una tirada en vinilo del simple con algunos de los temas mencionados) para así recordar que el
2018 fue un gran año para el power pop como aquel "estilo fácil
de escuchar y muy difícil de hacer”, que bien definió Sebastian Rubin.
Los Andes entregó uno de los mejores discos del 2018 y una esperanza abierta para todos aquellos que disfruten de una buena melodía que los haga tararear de forma involuntaria en cualquier momento del día.
Y den por seguro que no es poca cosa
Matias Sosa