Sesiones en vivo (I), Hoy: Los Sedantes, Ultra Bar / 26-08-2016



¿Cuánto darías por un cielo azul y poblado de estrellas?

Los Sedantes -Pequeña iglesia-


Asistir a un show de una banda que de por sí ofrece pocas presentaciones al año, representa siempre una situación que engloba sentimientos encontrados. Una mezcla de ansiedad, intriga y curiosidad, por un lado; y sensaciones de certeza, profesionalismo y calidad, por otro. La producción de Macondo Blues se acercó hasta la capital porteña para presenciar, sin duda, uno de los shows del año.
Todos los proyectos de Sergio Rotman y Mimi Maura cuentan con una seguridad que inspira confianza. Juntos o separados, irradian un aura totalmente veraz de pasión y comunión con la música. Verlos desplegar su arte sobre un escenario constituye una ceremonia difícil de igualar en la escena musical de Argentina e incluso en Latinoamérica. 
La cita tuvo lugar en Ultra Bar, en pleno microcentro de la ciudad de Buenos Aires. Un lugar clásico y moderno que puede variar y aggiornarse según la ocasión, brindando un marco de intimidad a veces olvidado entre los artistas y su público. Con este escenario como marco, la música de los Sedantes amplifica su potencial. De carácter marcadamente nocturno y urbano, las canciones de la agrupación caminan sobre un colchón de imágenes mentales que se proyectan a partir de los juegos de luces –siempre en tonos de azul, rojo y amarillo-, un ostinato rítmico hipnótico, y la poesía oscura en el preciso tándem a cargo de Rotman-Acevedo/Acevedo-Rotman. 
Escuchar y ver a los Sedantes en Ultra Bar brindó, durante todo el concierto, la sensación de estar un cómodo living, donde el confort y la distensión están siempre asegurados. Donde las mesas dan el marco de la fraternidad y la cercanía tan en falta en estos días donde lo virtual y lo frívolo gobiernan. Rotman canta, gesticula, arenga, conversa, palmea cálidamente a sus músicos y saluda a aquellos que ya no están pero que aún se sienten, dando lugar a cada personalidad y lejos de todo divismo autoproclamado. A su vez prepara el terreno y abona la tierra para que la gran Midnerely emerja y suelte esa voz tan característica e inclasificable: cuando esta mujer canta todos nos callamos y no nos queda más que dejarnos llevar hacia donde su voz lo decida.
Los Sedantes, en un breve descanso.
Los temas de su único LP se fueron sucediendo, mechándolos con las canciones de su último EP “La fe ciega”, el cual explora una faceta acústica que les sienta de maravilla a lo eléctrico del combo. “Tren lento”, “En tu día más gris”, “Descansaré” y otras gemas se intercalaron con unas versiones sublimes de “De regreso”, “Heart and soul” (Joy division), “Walking after midnight” de la gran Patsy Cline, y según Rotman “la segunda canción mejor escrita sobre la luna” desgranando los acordes del clásico de Neil Young “Harvest Moon”, ganándole por varios cuerpos a la versión del canadiense. 
Cuando nos preguntábamos cuál sería aquella oda a la luna que ocupa el puesto número uno en el ranking interno de la banda, la intro de “The killing moon” de los británicos Echo & The Bunnymen despejó toda duda: fue el golpe de gracia que preparó para el knock-out a todos los presentes. 
El broche de oro llegó de la mano de “Rain” de Sumo, en una versión de tintes Krautrock, que desplegó mucha más melodía que la original y dio lugar a la fase más experimental de la banda. Tras un largo pasaje instrumental, Mimi y Sergio se abrazan, agradecen a su público, se toman de la mano y se retiran del escenario en rol de pareja, dejando a la banda encargada de hipnotizar a la audiencia con una variante dub de la canción de Prodan.
La concurrencia fue despertándose del trance y compartiendo con sus compañeros de mesa la experiencia de lo vivido. Durante los 60 minutos que duró el concierto nadie habló, nadie filmó y nadie pudo quitar los ojos del escenario. Menuda tarea para una banda que se presenta con poca frecuencia y que sólo se sostiene en su música y en la calidad de sus intérpretes. 
La charla, el backstage, personalidades del rock vernáculo y los pormenores añaden valor agregado a un show impecable, definiendo aún más el concepto de que en sus shows todo puede suceder.
La próxima vez que veas “Los Sedantes” y “en vivo” en una misma imagen, no dudes en ir a verlos tocar. No digas que no te lo advertimos.
MATT A. HARI

La banda:
·         .Mimi Maura: Voz y percusión
·         Sergio Rotman: Voz y guitarras
·         Álvaro Sánchez: Bajo y Guitarra de 12 cuerdas
·         Saúl Díaz de Vivar: Guitarra
·         Dante Clementino: Teclados y ritmos.
Discografía:
·          Post Mortem (LP, Canary records)
·         La fe ciega (EP, Canary Records)

Crítica (de)constructiva (V), Hoy: Iggy Pop y su knockout metálico


¿Puedes sentir la fuerza bruta?
James Osterberg Jr.

No hay duda que Iggy Pop es uno de los artistas más extravagantes en la historia de la música. Su presencia en el escenario es digna de admiración, comparable al impacto generado por leyendas como Jim Morrison en cada una de sus actuaciones. A Mr. Pop se le atribuye, entre otras cosas,  el haber sido el primer artista en realizar un Stage diving, y la lista de “hazañas” sobre las tablas ha sido de varios capítulos con sus respectivos incisos: revolcarse sobre vidrios rotos, desnudarse, simular masturbaciones y actos sexuales, e incluso vomitar sobre algún fan desprevenido. En el reino de provocar disturbios y agitar hasta el éxtasis a una audiencia ya de por sí enloquecida, este caballero supo ser el rey.
 El 9 de febrero de, 1974, los Stooges realizaron una serie de conciertos en el Palacio Michigan de Detroit. Fue el último show de la banda antes de la separación que duraría tres décadas. Antes del concierto, Pop dio una entrevista en una radio local en la cual desafió a los Escorpiones -una banda de motoqueros de Detroit-  a una pelea, refiriéndose a ellos como “un montón de gatas”, en alusión a otros disturbios previos. En respuesta a sus comentarios el grupo asistió al espectáculo, arrojándole a  la banda todo lo que estaba al alcance de sus manos: vidrios rotos, jarras de cerveza, orina, huevos, hielo, caramelos y ​​hasta herramientas.  Pero a pesar de la hostilidad creciente, la Iguana continuó burlándose de la multitud y dijo señalando al grupo de donde provenían los proyectiles: “imbéciles, pueden tirarnos todo lo que quieran, pero sus novias todavía me amarán”.
Iggy con sus Stooges se alimentaban de la ira de la multitud y continuaban desgarrando poesía retorcida con acordes disonantes. Promediando el show, Pop finalmente respondió a las demandas de los motoqueros diciendo: "Ok, idiotas ¿quieren oír Louie Louie?, entonces se la daremos", desgranando así una versión de cuarenta y cinco minutos del clásico de Richard Berry, con letra improvisada y misiles teledirigidos llenos de improperios a cargo del Sr. Pop. A lo largo de la extendida versión continuó gritando y agrediendo verbalmente a los facinerosos. El concierto llegó a su punto de ebullición máximo después de que Iggy centrara su atención en un agitador en particular contra el que apuntó otro tanque de combustible a la ya incendiada audiencia: "escucha, idiota, una sola interrupción más y me voy a bajar del escenario para darte una patada en el culo" El motociclista aceptó el desafío, por lo que Pop saltó del escenario y se enfrentó a él, recibiendo el cantante una terrible paliza y sucesiva hospitalización, dando así por terminado el show.
Afortunadamente, el concierto fue capturado en video y grabado en vivo con un aceptable sonido. En 1976, The Stooges editaron  la grabación en un álbum titulado Metallic K.O., y tiene la particularidad de ser el único disco de rock donde se puede escuchar el sonido de botellas de cerveza al romperse contra las cuerdas de una guitarra.
Con o sin quererlo, quedó marcado un nuevo hito en la historia del rock a cargo del joven nacido en Michigan bajo el nombre de James Newell Osterberg Jr.

MATT A. HARI

Crítica (de)constructiva (IV), Hoy: Gone is gone (Black Dune/Rise - 2016)

Cuando sentís que hay algo más,
los sueños del éxito ya no te motivan 
"Recede and enter"

Gone is gone es un proyecto musical encabezado por cuatro músicos de renombre y trayectoria: Tony Hajjar de At-the-Drive-in, Troy Van Leeuwen de Queens of the Stone age, Troy Sanders de Mastodon y el multi-instrumentista Mike Zarin. Aclarado esto, respiraremos y a modo de mantra meditaremos repitiendo estas palabras: 
“Gone is gone no es Mastodon/ Gone is gone no es Queens of the Stone Age / Gone is gone no es At-The-Drive-In. “ Ahora sí estamos listos para comenzar.
Su EP/álbum debut consta de ocho canciones (en realidad seis, ya que las dos restantes funcionan como separadores instrumentales) y vaya si logran captar la atención del oyente. Los primeros segundos de “Violescent” lo confirman: una guitarra intensa, una batería con groove y una voz al frente que, sin ser una genialidad, cumple su objetivo en eso de aportar lo que la canción requiere. Le sigue “Starlight” y ya tenemos la certeza que esto no se trata de un proyecto paralelo. Para establecer una metáfora entendible, Gone is gone equivaldría a un boxeador con técnica pero sin pegada: tiene piernas, cambios de ritmo, táctica trabajada y calidad de sobra. Si los dos temas anteriores funcionan como aquellos golpes que tantean al rival (pero que igual lastiman), el uppercut sorpresivo llega de la mano de “Stolen from me”, un track que mezcla lo mejor de Deftones con un intermezzo rítmico tribal a cargo de un magnífico Hajjar y una cadencia que recuerda al Fugazi de Ian Mckaye. Tras el interludio de “Character”, otra vez el cambio de tempo proporciona el magma por donde las capas de sonidos chocan y se elevan de la mano de “One divided”, dando lugar al grand finale con “This episode”, una pieza musical de seis minutos de duración que muestra la versatilidad de la banda: los climas abundan y se funden en capas de velocidad y lentitud. Según la opinión de este humilde servidor, deberían explotar aún más esta faceta en su posible larga duración. 
Pasada la media hora que dura la obra, queda eliminada la idea acerca de cualquier similitud con las bandas por las que los músicos de Gone is gone llegaron al éxito. No faltará aquel purista que afine el oído y realice un patchwork detallado para desacreditar la propuesta de este mal llamado “supergrupo”. En términos generales, la agrupación cumple el propósito de dejar al escucha con ganas de más y de ilusionarse con las variantes que puede mostrar la banda en una obra de mayor duración. 
Ahora la pregunta de rigor: ¿será Gone is gone un proyecto de amigos fruto del tiempo libre, o se puede esperar la posibilidad de una banda con identidad propia que no necesita de su pasado para lograr credibilidad? Solamente el tiempo tiene la respuesta. Y si lo que se ha ido, ido está, esperemos que lo que todavía no ha sido algún día lo sea. 

MATT A. HARI

Los binomios del arte (III) Hoy: "La Ultraviolencia social y su transpolación a las masas"


La rebeldía es el único refugio digno de la inteligencia frente a la imbecilidad.
Arturo Pérez Reverté

Hacia mediados de la década de los 80s, la democracia había vuelto a reinar en Argentina. Eran tiempos de florecimiento, de animarse a más. Un grupo de rock llamado Los Violadores, editó en 1985 su segundo long play llamado “Y ahora qué pasa, eh?”, que incluía una canción titulada “Uno, dos, ultraviolento”. Ambos, tanto el disco como el tema, estaban inspirados en la novela de Anthony Burgess “A Clockwork Orange” (1962), traducida aquí como “La Naranja Mecánica”. El libro está escrito con expresiones Nadsat, una jerga adolescente inventada por el autor, donde se mezclan palabras basadas en el idioma ruso, otras en cockney y palabras que se le ocurrieron al propio Burgess, quién describió que su libro, leído de forma sistemática, era como “un curso de ruso cuidadosamente programado”. La propia palabra "nadsat" significa "adolescente", ya que en realidad "nadsat" es el equivalente ruso del "teen" inglés: en ruso, todos los nombres de los números de 11 a 19 terminan en "nadsat"; análogamente en inglés, todos los nombres del número 13 al 19 terminan en "teen".
Durante la última dictadura militar, el gobierno de facto había prohibido la proyección de la adaptación fílmica de Stanley Kubrick. Por eso, la canción de Los Violadores funcionaba como una burla a tal prohibición. Como introducción, el guitarrista Stuka decidió colocarle algunos compases del 4to movimiento de La Novena Sinfonía de Ludwig Van Beethoven. Además, la mayor parte de la letra estaba plagada de aquellas palabras en Nadsat que Burguess había inventado. Esta mezcla de música clásica, rock y literatura fue un cóctel explosivo para la época. Fue así que Los Violadores lograron un reconocimiento masivo, convirtiéndose en la primera banda punk en ser conocida fuera de Argentina. En ese entonces, el cantante Pil salía al escenario vestido como Alex Delarge, el protagonista del libro: pantalones y camisa blancos, tiradores negros, bombín y una extraña nariz lo volvían más que llamativo.
De esta manera, Los Violadores transportaron a la música popular un libro tan chocante, cuyo centro es precisamente el comportamiento humano. El autor hace hincapié en la maldad socialmente heredada del protagonista, y su posterior conversión a la bondad mediante un tratamiento tan violento como su propio comportamiento. Entonces queda la duda, ¿qué diferencia hay entre ser malo por naturaleza, y bueno por obligación?

-RODRO MALAMORTE-

Letra original:

Uno, dos ultraviolento. 
Uno, dos ultraviolento. 
Uno, dos ultraviolento. 
Uno, dos ultraviolento. 

Varias debotchas caminan por ahí 
mueven sus scharros con frenesí 
los málchicos de cuero nos queremos divertir con mis drugos al ataque vamos a ir. 
Y ahora qué pasa, eh? 
Y ahora qué pasa, eh? 
Y ahora qué pasa, pasa: 
Uno, dos ultraviolento. 

Sin militsos en la esquina es más fácil para mí
el dremcrom en la goloba me hace decidir 
la de grudos más bolches la quiero para mí crobo rojo entre sus lapas les haremos salir. 

Y ahora qué pasa, eh? 
Nos quieren transformar, no lo lograrán 
No lo lograrán. 
No, no lo lograrán. 
No, no, no!
Traducción: 

Uno, dos ultraviolento. 
Uno, dos ultraviolento. 
Uno, dos ultraviolento. 
Uno, dos ultraviolento. 

Varias chicas caminan por ahí 
mueven sus traseros con frenesí 
los chicos malos de cuero nos queremos divertir  
con mis amigos al ataque vamos a ir. 
Y ahora qué pasa, eh? 
Y ahora qué pasa, eh? 
Y ahora qué pasa, pasa: 
Uno, dos ultraviolento. 

Sin policías en la esquina es más fácil para mí 
la droga en la cabeza me hace decidir 
la de pechos más grandes la quiero para mí sangre roja entre sus piernas les haremos salir

Y ahora qué pasa, eh? 
Nos quieren transformar, no lo lograrán 
No lo lograrán. 
No, no lo lograrán. 
No, no, no!

Crítica (de)constructiva (III), Hoy: “Hypercaffium Spazzinate” The Descendents

Sólo tengo que darme la vuelta y estar satisfecho

No voy a elegir ser mi víctima
Milo Aukerman


Necesito unos lentes de Milo ¿No me prestas los tuyos?

Tener noticias de The Descendents es siempre una grata sorpresa, más teniendo en cuenta que nunca se caracterizaron por ser una banda “de moda” ni en ser demasiado prolíficos con su obra. Enterarse de la edición de “Hypercaffium Spazzinate” -su séptimo disco de estudio- y que este vaya acompañado de una gira por toda América, representa una más que aceptable primicia para sus fans y adeptos en general. Doce años han pasado desde su última producción (Cool to be you, también por Epitaph) y lejos de cualquier divismo o estrategia comercial, se decanta que Milo y sus secuaces tenían motivos para volver a componer. Un sonido totalmente patentado, pero con una crudeza mayor en comparación con sus anteriores trabajos, palpable en canciones como “Victim of me”, “Testosterone”, “Limiter” y “Days of desperation”, por citar sólo algunas. Hay lugar para el humor y su ya conocida muletilla “Comida chatarra/café-a-raudales/Qué-lindo-que-es-estudiar” de siempre, pero también para líricas relacionadas con la reflexión, la sensibilidad y hasta el enojo (escuchen “Feel this” con letra en mano y podrán comprobarlo). Y si a esto le agregamos que el ritmo del disco no decae en ningún momento, que siguen teniendo buen gusto para componer y que no se observan signos de oxidación en las articulaciones de los músicos, el resultado final es más que tentador. No es fácil llegar a cumplir 39 años como banda y menos aún tener la capacidad de hacerlo tocando música de calidad. Sin dudas, los Descendents (una vez más) lo han logrado.
En tiempos de Hashtags, Apps y Tags es bueno tener un disco como “Hypercaffium Spazzinate” a mano para recordar que la buena música tiene la cualidad de alegrar hasta el día más aburrido, de acompañarte cuando te sentís solo o simplemente para iniciar una conversación entre amigos con un “Hey, ¿escuchaste lo último de Descendents”?

-MATT A. HARI-

Los Andes “Obras cumbres” o la quimera hecha canción.

Todo amante de la música sabe con certeza lo difícil que es escribir una buena canción. Y cuando me refiero a ello no solo hablo de pe...