Crítica (de)constructiva (IV), Hoy: Gone is gone (Black Dune/Rise - 2016)

Cuando sentís que hay algo más,
los sueños del éxito ya no te motivan 
"Recede and enter"

Gone is gone es un proyecto musical encabezado por cuatro músicos de renombre y trayectoria: Tony Hajjar de At-the-Drive-in, Troy Van Leeuwen de Queens of the Stone age, Troy Sanders de Mastodon y el multi-instrumentista Mike Zarin. Aclarado esto, respiraremos y a modo de mantra meditaremos repitiendo estas palabras: 
“Gone is gone no es Mastodon/ Gone is gone no es Queens of the Stone Age / Gone is gone no es At-The-Drive-In. “ Ahora sí estamos listos para comenzar.
Su EP/álbum debut consta de ocho canciones (en realidad seis, ya que las dos restantes funcionan como separadores instrumentales) y vaya si logran captar la atención del oyente. Los primeros segundos de “Violescent” lo confirman: una guitarra intensa, una batería con groove y una voz al frente que, sin ser una genialidad, cumple su objetivo en eso de aportar lo que la canción requiere. Le sigue “Starlight” y ya tenemos la certeza que esto no se trata de un proyecto paralelo. Para establecer una metáfora entendible, Gone is gone equivaldría a un boxeador con técnica pero sin pegada: tiene piernas, cambios de ritmo, táctica trabajada y calidad de sobra. Si los dos temas anteriores funcionan como aquellos golpes que tantean al rival (pero que igual lastiman), el uppercut sorpresivo llega de la mano de “Stolen from me”, un track que mezcla lo mejor de Deftones con un intermezzo rítmico tribal a cargo de un magnífico Hajjar y una cadencia que recuerda al Fugazi de Ian Mckaye. Tras el interludio de “Character”, otra vez el cambio de tempo proporciona el magma por donde las capas de sonidos chocan y se elevan de la mano de “One divided”, dando lugar al grand finale con “This episode”, una pieza musical de seis minutos de duración que muestra la versatilidad de la banda: los climas abundan y se funden en capas de velocidad y lentitud. Según la opinión de este humilde servidor, deberían explotar aún más esta faceta en su posible larga duración. 
Pasada la media hora que dura la obra, queda eliminada la idea acerca de cualquier similitud con las bandas por las que los músicos de Gone is gone llegaron al éxito. No faltará aquel purista que afine el oído y realice un patchwork detallado para desacreditar la propuesta de este mal llamado “supergrupo”. En términos generales, la agrupación cumple el propósito de dejar al escucha con ganas de más y de ilusionarse con las variantes que puede mostrar la banda en una obra de mayor duración. 
Ahora la pregunta de rigor: ¿será Gone is gone un proyecto de amigos fruto del tiempo libre, o se puede esperar la posibilidad de una banda con identidad propia que no necesita de su pasado para lograr credibilidad? Solamente el tiempo tiene la respuesta. Y si lo que se ha ido, ido está, esperemos que lo que todavía no ha sido algún día lo sea. 

MATT A. HARI

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