“La mayoría de los fumadores de marihuana son negros,
músicos de jazz y artistas. Su música satánica es conducida por la marihuana, y
el consumo de marihuana por parte de mujeres blancas les hace querer tener
relaciones sexuales con negros, artistas y otros. Es una droga que causa
locura, criminalidad y muerte. Es la droga que más violencia ha causado en la
historia de la humanidad”.
Esta frase se le atribuye a Harry J. Anslinger, comisionado
del Departamento de Narcóticos del gobierno de EE.UU. durante los años ‘30.
Anslinger fue el principal impulsor de políticas restrictivas en materia de
drogas y uno de los grandes rostros del prohibicionismo en el mundo.
Si bien en un principio no se mostraba contrario al consumo
de marihuana, cambió su discurso al ser nombrado comisionado. A partir de ahí,
Anslinger se colgó de las primeras olas de inmigrantes mexicanos para asociar
el consumo de drogas a la criminalidad y las minorías raciales. Fue entonces
que la planta comenzó a ser conocida como marihuana -como la llamaban los
mexicanos-, y no como cannabis, como se la conocía en Estados Unidos. Con este
nuevo rótulo, y con declaraciones del tipo “la marihuana hace pensar a los
negritos que son tan buenos como el hombre blanco”, Anslinger hizo una fuerte
propaganda cargada de connotaciones racistas y poco fundada en evidencia
empírica.
Aunque Anslinger sí tenía un poco de razón en la relación de
la marihuana y el jazz. Como bien lo sabía el trompetista Louis Armstrong,
fumar porros era una práctica habitual entre los músicos de jazz entre los años
’20 y ’40. El cannabis les ayudaba a calmar la ansiedad y a desinhibirse,
aumentando el feeling entre músicos y facilitando la improvisación tanto en los
conciertos como en las sesiones que llevaban a cabo en sus casas.
Por culpa de este “hábito”, en 1930 Armstrong fue arrestado,
tras ser sorprendido fumando marihuana en las afueras del Cotton Club, en
Culver City, California, poco antes de subir a tocar. Él y su baterista Vic
Berton pasaron 9 días en el calabozo, pero finalmente fueron liberados con una
sentencia suspendida de 6 meses. Para su fortuna, los detectives que los
arrestaron eran fanáticos de su música y les ayudaron a salir indemnes de la difícil situación..
Sin embargo, quizás la más sabrosa anécdota de Armstrong con
los “porros” ocurrió en 1953 cuando, tras una gira por Asia, se encontró en un
aeropuerto con el entonces vicepresidente Richard Nixon. Al percatarse de que
Satchmo venía llegando de una gira internacional, Nixon tomó sus maletas y le
hizo pasar por la vía preferencial de diplomáticos y autoridades, saltándose
las aduanas.
Lo que Nixon no sabía era que Armstrong llevaba más de un
kilo de marihuana en su equipaje, por lo que, más que un acto de cortesía, lo
que hizo fue introducir involuntariamente droga de contrabando a los Estados
Unidos.
Más allá de la reputación política del ex-presidente, éste siempre se caracterizó por ser de aquellas personas conocidas por estar siempre en el lugar y en el momento (in)adecuado.
Tócala de nuevo, Richard.
M.S