La ignorancia es una bendición (IV)




"Los negros son los otros"

Cuando se pone en juego la voluntad de lo que ingenuamente llamamos “pueblo”, los resultados suelen ser desconcertantes.  Tomemos como parámetro las últimas elecciones presidenciales en Argentina: un Estado semi benefactor en el cual se acallaron muchas voces que hace más de 10 años vociferaban en contra de toda la clase política nacional, a través de la concesión de ciertos reclamos que hicieron que los que menos tenían pudieran acceder a ciertos beneficios. ¿Pero qué ocurre cuando esos beneficios chocan contra la subjetividad propia de los que supieron no tener nada en los bolsillos? La memoria, ese gran karma nacional, no goza de buena salud cuando ya no peligra la integridad de lo que supieron protestar.

Es en ese momento en el cual, casi en un sinsentido siniestro e lógico, la capacidad adquisitiva del mediopelo nacional y popular cree en su fuero más íntimo que ya está capacitado para acceder a un estrato social más elevado que sus congéneres y vecinos. Es así como entonces el cerebro asado del idiota útil considera que es necesario boicotear a un gobierno que dio miles de beneficios a su clase (la clase baja, trabajadora, proletaria) porque “hay demasiados negros que no trabajan”, sin mirar que esos mismos negros a los que acusa son los mismos que comparten la cotidianeidad con ellos. Esos mismos negros son los que pueblan su barrio, su vecindario. Son los que hace más de 10 años salían a protestar junto a ellos, a poner la cara para que no siguieran robando el futuro, para que hubiera aunque sea un bocado de comida en su mesa. Pero ahora son “los negros que no trabajan”, y es la base de todo el proceso maniqueista en el cual los negros pasaron a ser desconocidos, lacras, chusma, y tantos epítetos más.

¿Qué es lo que hace que personas que a principios de siglo eran compañeros de la lucha cotidiana, pasen a ser “negros planeros”? Simple y llanamente, carencia de conciencia de clase. Cuando una persona no puede ni quiera asumirse como parte de una casta proletaria sino que ridículamente aspira a ser como aquello que le muestran los medios, tiende a ver a su círculo con displicencia y soberbia. Consideran que los equivocados son los demás, y que ellos son dotados de otras capacidades que a la luz de la realidad son falsas, porque en el fondo siguen siendo habitantes del mismo espacio en el que convergen con esos “negros” a los cuales critican hasta el hartazgo. No hablamos de ambición ni de progreso, hablamos de una imposibilidad fáctica de reconocer el lugar que uno habita. Y ese peligroso juego de la mente hace que aquellos que más se vieron beneficiados por las políticas de los últimos años, voten en contra de quienes fueron sus benefactores y a favor de aquellos que se sabe que van a explotarlos.

Un pueblo proletario vota en masa a la derecha recalcitrante para que “los negros vagos vayan a trabajar”, como si el gobierno fuera a censar a los pobres uno por uno a fin de saber quiénes son aquellos a los que tiene que azotar. No, lamentablemente es una visión errónea: un gobierno de derecha jamás se pondrá a averiguar quiénes son los “negros buenos” y los “negros malos”. Para un gobierno de derecha, solamente hay una separación: ricos y pobres. Es la única lógica mercantilista que entiendes, y ya se sabe a quiénes van a beneficiar en esa diferenciación. Es por eso que resulta risible ver la cantidad de gente de barrios pobres votando a la derecha para que sus propios vecinos, “los negros malos”, se pongan a trabajar. Si solamente eso fuera lo que va a hacer un gobierno, ¿qué simple sería todo no?


Lo que realmente está en juego es la capacidad de comprensión del otro, de ver que los demás son como nosotros y que nosotros somos como los demás. Y en el peor de los casos, ¿qué diferencia a aquellos que se sienten superiores de aquellos a los que miran con desprecio? Quizá, y solamente quizá, la respuesta esté en la imagen que cada uno tiene de sí mismo. Si un pobre no tiene otra aspiración que un lugar para vivir tranquilo, y otros pobres aspiran a ser como los medios le dicen que tiene que ser, ¿quién es el equivocado? Entonces qué mejor que protestar contra un gobierno que le otorgó beneficios y alegremente votar a quienes vienen hace décadas ahorcando a los que menos tienen… Casi tan irreal como ver a Mary Kelly aplaudiendo a Jack el destripador. Y así estamos, volviendo casi a la normalidad de esta Sudamérica fatal.   

- Rodro Malamorte -

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