Microrrelatos (IV): Interruptor

No maldigas las tinieblas, enciende una vela
(Anónimo)

Sentía que en algún lado debía estar. Era cuestión de tiempo para que la encuentre. Comienzo palpando mis brazos y mi pecho casi instintivamente, inspecciono los pliegues esperando encontrar alguna pista de su ubicación. Continúo con las piernas, las manos; doblo mis brazos de forma imposible para rastrear la espalda, incluso hasta los lugares donde alcanzo con gran esfuerzo. No hay señal de dónde pueda esconderse.
Toco mis bolsillos como por acto reflejo y comienzo a impacientarme. Mis manos van al cuello y lo recorren por cada centímetro. Busco detrás de mis orejas y hurgo en mi pelo sin éxito. Por último, mi mano se dirige temerosamente hacia la nuca temiendo encontrar allí el interruptor que detiene mis pensamientos. Allí está: una tecla protuberante que marca el encendido y apagado de mi mente.
La paradoja se presenta al saber que sin él jamás podría cuestionarme la remota posibilidad de escribir esto.


M.S

La última danza




Después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música 

Aldous Huxley

El que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla.

Robert browning

La música comienza donde acaba el lenguaje.

Ernest Theodor Amadeus Hoffmann


No había sido el vino ni tampoco el cigarrillo, cualquiera hubiera sido su origen existente. Menos aún la cena, por cierto, exquisita y regada de luces mortecinas. El aire estaba viciado y lleno de rumores. Las frases eran inconclusas, errantes, pero sagaces hasta el tuétano. Un suave tintineo se apoyó en mis oídos y flirteó mi nuca haciendo un sensual recorrido, al mismo tiempo que mis manos se relajaban y contraían al compás de lo que intuí pasaría. De repente un golpe, tosco, primitivo y visceral pero a la vez compasivo y doloroso. 
Luego otro y otro más.
Cerré los ojos casi por acto reflejo, temiendo que una fuerza sobrenatural me levantara y arrojara por los aires en un sólo movimiento. Me forcé para abrir un párpado sabiendo de antemano que mi percepción se encontraba embriagada, pero al notar una quietud solemne caí en la cuenta que lo que acontecería podría ser aún peor. Mucho peor.
Un mar de sonidos me abrazó haciéndome encoger y pese a mi lucha encarnizada solo logré caer de espaldas, a modo de rendición, esperando la estocada final que me dejaría ardiendo en agonía y, más tarde, frío como una piedra.
Recordé no estar solo, convencido que los que me rodeaban deberían estar experimentando sensaciones similares. Sin duda lo estaban.
Ahora, justo ahora, nuestros sentidos se confunden, la percepción se nubla y la razón se empaña, recordándonos que en un principio todos fuimos iguales: hombres y mujeres de cerebro arcaico que comprenden su entorno por sensaciones, sin el vicio que otorgan las palabras.
Pero el sonido y la imagen se fundieron formando un universo sin sentido; un mundo donde no rige la entropía sino el más absoluto y excitante caos, donde los sonidos arremeten nuevamente surcando estelas en el aire, dibujando a su vez líneas exóticas con el humo proveniente de nuestros cuerpos. Un colchón armónico envuelve el recinto disparando flechas a nuestros recuerdos más vívidos haciéndolos resurgir y precipitando emociones dispersas e intensas: amor, odio, dolor, alegría y tristeza. Todas ellas básicas, pero siempre efectivas. Mi corazón se agita en un in-crescendo bestial separando el alma de mi cuerpo, ambos contenidos a su vez por un aura de golpes, armonías, gritos, ruidos indescifrables, latidos. Ya nos sentimos parte de la música y del ritual, aunque éste no pertenezca a ningún credo o tribu exótica. A lo sumo, cada uno es partícipe de creer (o no) en lo que ella dicta.
Nosotros, extenuados y aterrados, pero también relajados y gozosos. Ella, inexorable y potente, pero a la vez delicada y etérea. Y así, la danza sigue: golpes, ruido, melodía, suspiros, chirridos, risas, alaridos, más golpes: infinidad de ellos. Lágrimas, sudor, frío, calor, ruido, armonía, tambores, cantos, voces, delirio, éxtasis, belleza, sensualidad, alaridos, caos, creación y desastre.
Y de pronto, silencio.

M.S

(Dedicado a la maravillosa experiencia de escuchar, sentir y vivir aquello que llamamos música)

Sesiones en vivo (XV) Hoy: Mil Tormentas y Demonosis en Casa Rincón -Ciclo Misa del Caos- 10/06/2017

 (FOTOS: CASA RINCÓN)

Con noche de luna llena y en medio de un viaje relámpago nos dimos cita para presenciar el show de uno de los secretos mejor guardados de la escena de rock pesado argentina.

Con puntualidad inglesa y en horario matinée (una excepción que debería volverse norma) la velada dio inicio alrededor de las 21 hs con la gente de Demonosis, un quinteto con variadas influencias, las cuales combinan con mucha soltura. Recordando por momentos a los norteamericanos Neurosis, dejaron tras de sí un puñado de temas largos, atmósferas en cantidad y unos cuantos riffs de precisión quirúrgica que prepararon a la gente lista para degustar el plato principal de la noche.
Demonosis
Minutos después, Mil Tormentas tomó lugar sobre las tablas para agitar las cabezas de los presentes al ritmo de su particular mixtura de estilos. Dosis de stoner y de metal, tintes Sabbathianos y carisma por doquier son la pilares de su arte. La música del grupo fluye como un mantra y prepara el terreno para que la voz de Max Jones proyecte imágenes apocalípticas y postales de distopía a raudales mientras que la guitarra de Germán Tomei dispara riffs contundentes sin descanso. Un setlist con canciones de ayer y de hoy («Noches de Arabia», «Divide y vencerás»), más el agregado de dos temas nuevos (en el que se destacó la demoledora «Licántropo») que dejaron entrever cuál es el horizonte que la banda persigue para el futuro: cambios de ritmo continuos, climas y texturas novedosas que amplían el espectro sonoro del grupo. 
No es casual que la banda haya estado en el concurso para representar a Argentina en el festival internacional Wacken Open Air, ya que poseen lo necesario para ser referentes de la escena sludge nacional. Afortunadamente, no se encasillan en un género determinado, lo cual diversifica la propuesta: pueden resultar muy stoner para el metal y muy metal para el stoner, dependiendo lo que solicite el trip de cada canción. Pueden reencarnar a gusto y piacere en una versión cáustica de los Héroes del Silencio o en una faceta rockera/desértica al mejor estilo Kyuss, con sólo un cambio de ritmo.

Tras completar casi una hora de show, se despidieron a toda máquina de la mano de «Mil Tormentas» y «Trueno Rugiente», un tema que con su velocidad invita a enloquecerse por un rato y deja en claro lo bien que le sienta a la banda este tipo de variantes.
Día tras día, la regla de oro se sigue cumpliendo a rajatabla: fuera del circuito comercial, agazapados entre las sombras, se encuentran las mejores bandas y la música más genuina que puedan encontrar. Depende de ustedes salir a su búsqueda y conocer su poder.
Avisados quedan.

M.S


Tentación



La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.

Oscar Wilde

Se levantó sobresaltado. Eran las 9:45 A.M pero tenía la sensación de haber dormido una eternidad. Todavía aturdido, escuchaba el suave repiqueteo de la ducha golpeando sobre los azulejos y los breves cambios de intensidad productos del cuerpo esbelto de la mujer con que minutos antes había compartido uno de sus mejores orgasmos. Un clímax como el que había experimentado recientemente no se concibe todos los días: sensaciones de agitación, desenfreno y liberación uniéndose y potenciándose; y esa suerte de efecto hipnótico en la humanidad de quien lo comparte, que estremece el alma recordándonos lo bueno y dichoso de vivir.
Se sentía satisfecho y completo. Lo invadía una dulce fragilidad en sus extremidades y una sensación de liviandad se propagaba por su cuerpo. Definitivamente, éste no era como los miles de orgasmos que había experimentado desde su pubertad. Hubo de todo: fugaces, inoportunos, interminables, innecesarios, fisiológicos y amorosos, pero nunca uno de ese tenor, con este dejo de liberación. Al mismo tiempo que rememoraba algunos de ellos, se figuró el agua caliente cayendo por el cuerpo de aquella afrodita que le había regalado ese instante que no podría olvidar ni en un millón de años. Imaginarse el vapor, el aire viciado, y esa extraña sensación de encierro lo excitaron de inmediato.
Casi sin pensarlo, decidió interrumpir aquella ducha tan placentera para experimentar el que sería otro momento placentero. O incluso más aún. 
Tanteó el suelo del costado de la cama y observó de reojo la hora: eran las 11:35. Confundido, no recordaba haberse dormido nuevamente. Descartó también que el reloj se hubiera descompuesto, puesto que el mismo atrasaría o simplemente se quedaría tieso pero nunca adelantaría la hora. Además, la ducha había estado corriendo y nítidamente había escuchado un cuerpo mojarse y suspirar bajo el agua. Se incorporó y buscó un pantalón. 
A cada paso que daba, se sentía más liviano y descansado. La sensación lo reconfortaba.
Aunque no lo había notado, se podía escuchar una música suave que provenía del piso de abajo. La melodía era un tanto melancólica y le dio un escozor en el medio de la espalda. Decidió ignorarla.
Una vez en el baño, se observó en el espejo empañado por el vapor pero no pudo reconocerse. Debía estar desaliñado y con la barba crecida.
Los pocos metros que lo separaban de la cortina de la bañera sirvieron de preámbulo para generarle ideas libidinosas en su cabeza: la imaginaba mojada y fresca, aromatizada con ese jabón de miel que sólo usaba en ocasiones especiales.

-¿Puedo? – preguntó.
No escuchó respuesta, pero podía verla contorsionándose debajo del agua. Tarareaba aquella canción que lo ponía melancólico y depresivo. Escucharla lo desmotivó un poco, pero era más fuerte la idea de acariciar su piel y poder sentir el calor que despedían sus poros dilatados.
Se aclaró la garganta ruidosamente para hacerse notar. No hubo respuesta.
Pensó que tal vez estaría enojada por algo, pero también le vino a la mente la idea de que los silencios de ella siempre habían sido señal de buen augurio.
Corrió lentamente la cortina y pudo verla en su totalidad. Se encontraba de espaldas y rebosante de vida.
Intentó abrazarla fuerte, como para poder contener la totalidad que estaba observando. Cerró los ojos y apretó los brazos. 
Nada. 
Parecía como si la estuviera atravesando; como si su cuerpo fuera una nube etérea que se confundía con el vapor del agua que corría.
Avanzó un paso más en la bañera pensando que quizás había sido víctima de una ilusión óptica fruto del aire viciado y la modorra matinal, pero se horrorizó al ver que ocurría lo mismo que antes. Uno, dos, y tres intentos más en vano.
Ella, por su parte, estrujó su cabello y cerró el grifo. Indiferente, corrió la cortina y posó sus pies sobre la alfombra blanca.
Él, impávido y aterrorizado se observaba completamente seco dentro de la ducha que hasta hacía unos segundos se encontraba abierta.
Fue un instante en el que se dio cuenta lo que realmente sucedía.
Recordó aquel crucero por el Sena, en Francia, donde conoció una bella mujer de mundo quién, entre anécdotas, le comentó que en ese país se conocía al orgasmo como «le petit mort», y él, sin saberlo, se figuró que lo que sintió horas atrás no había sido sólo una pequeña muerte. Lo que sí sabía era que, de ser así, definitivamente había valido la pena.

M.S

Los Andes “Obras cumbres” o la quimera hecha canción.

Todo amante de la música sabe con certeza lo difícil que es escribir una buena canción. Y cuando me refiero a ello no solo hablo de pe...