Jaulas

La prisión acaba, la prisión de hierro, pero continúa la prisión del sueño.
Silvio Rodríguez
El alma, prisión del cuerpo.
Michel Foucault
El sujeto está sujetado al deseo.
Jacques Lacan

Estoy sentado en mi celda sin poder ver alrededor. Irónicamente, dentro de ella soy libre, actor principal de mis fantasías y ensoñaciones, amo y señor de la cosas que pienso y de aquellas que guardo. Los otros que están conmigo viven una situación parecida. Acuclillados en el centro de sus calabozos, con miedo de rozar siquiera la mano de su compañero. Miedo a pararse y enfrentar al destino, a cambiarlo, a escupirle en la cara y a moldearlo de acuerdo a deseos y sueños. Miedo y negación; interna y externa. Desde afuera nos encierran y desde adentro giramos la llave.
Esperando un vaya a saber qué de algún sabe quién. Da temor mirar hacia afuera porque está oscuro, pero de seguro es una traba que sólo justifica nuestra inacción. Quizás haya luz, pensamos, pero no nos animamos a encender el interruptor. La sombra contiene, abriga y no nos expone. Nos mantiene ocultos el uno del otro; y así entre sombras, susurros y secretos, entre imposibles y utopías, algún día nos demos cuenta que las puertas estuvieron siempre abiertas y que las empujábamos nosotros desde el interior para que nada o nadie pudiera entrar ni salir. 
Alguna palabra, algún gesto, alguna mirada que nos devuelva esa ilusión de que estamos vivos y que si no es hoy quizá nunca lo sea.La jaula nos separa pero también nos da la evidencia de que hay varios como nosotros. Y de repente ya no nos sentimos tan solos.Será cuestión de animarse o perecer. Y quizá esto no sea necesariamente un opuesto: a veces, animarnos a saltar nos libera y justo en el momento del impacto nos sintamos finalmente libres, haciendo lo que siempre quisimos.

M.S

Tamán Shud, o el hombre que nunca estuvo


Vivimos como soñamos, solos.
Joseph Conrad

Un cadáver misterioso, un código indescifrable e infinidad de preguntas sin respuestas. Un hombre sin identidad del que no se conocen las causas ni el motivo de su muerte. Si fue asesinato, un suicidio o un deceso natural provocado por la tristeza de un amor no correspondido, o quizás consecuencia de una Guerra Fría que no había hecho más que empezar. Nadie lo sabe.
Pese a las pistas policiales, los códigos secretos y los testigos presenciales. Pese a la existencia de un cadáver. Su tumba es la de un hombre sin identidad. Una persona sin nombre, nacionalidad ni historia que no fue asesinado por nadie, ni reclamado por nadie, ni conocido por nadie.
Así fue el caso de Tamán Shud, el misterio sin resolver más grande la historia de Australia. O simplemente la historia de un hombre que un día desapareció de alguna parte sin dejar ningún tipo de rastro.
El 30 de noviembre de 1948, John Bain Lyons y su mujer se encontraban paseando por la tarde por la playa de Somerton. De pronto, una figura tirada en la arena llamó su atención. Un hombre vestido de manera impecable, con las piernas extendidas y los pies cruzados, extendía el brazo derecho en lo que parecía un torpe intento de borracho de fumar un cigarrillo.
Media hora más tarde, otra pareja pasó por allí y encontró al mismo hombre tumbado en la misma posición. El brazo izquierdo extendido en la arena, su cara rodeada de mosquitos, un cigarrillo en la oreja y otro a medio fumar a la altura de la mejilla. Un pobre borracho, pensaron.
No fue hasta las 6:30 de la mañana del 1 de diciembre de 1948 cuando más personas descubrieron que el misterioso hombre seguía tumbado en la arena. Estaba muerto. Sin marcas de violencia, sin heridas y sin rastros de alcohol.
Aquel hombre no portaba ninguna identificación, su ropa no tenía etiquetas y su pantalón estaba cosido con un extraño hilo color naranja. En los bolsillos solo encontraron algunos cigarrillos, chicles, un peine, fósforos y un billete de autobús. Que el hombre no tuviera documento de identidad ni daños visibles en su cuerpo hizo sospechar a la policía que se tratase de un suicidio.
Se le realizó una autopsia la cual reveló que el cerebro y el estómago del muerto misterioso estaban congestionados, como si hubieran sido envenenados. Sin embargo, los médicos encargados del análisis toxicológico no detectaron rastro alguno de sustancias extrañas, pero sostenían la hipótesis de que no se trataba de muerte natural.
Una segunda inspección sí encontró dos sustancias: Digitalis y Strophanthin. Venenos que si se suministran en la dosis adecuada no dejan rastro a primera vista. Un sinfín de preguntas se suscitó dado que los médicos determinaron que las sustancias no se habían ingerido accidentalmente. ¿Había sido un suicidio o un asesinato muy bien planeado? Además, la inexistencia de rastros de vómito —muy comunes en estos tipos de envenenamiento— añadía aún más misterio a la muerte de este hombre.
La policía dedicó los meses siguientes al hallazgo del cadáver a intentar identificar la identidad del hombre de la playa de Somerton. Sus huellas se enviaron por todas las ciudades cercanas, se construyó un busto con la cara del hombre, los habitantes del pueblo peregrinaron hasta la morgue en un intento de que alguien le diera un nombre al cadáver y sus fotografías se distribuyeron por comisarias y servicios de inteligencia de todo el mundo angloparlante.
Nadie fue capaz de reconocerlo. Hubo algunos que declaraban haberlo visto, otros creían conocerlo, pero a la hora de la verdad todas las pistas fallaban. Hubo quienes lo identificaron con un conocido suyo, otros afirmaron que era leñador, cuidador de caballos, marinero de un barco sueco, etc. En noviembre de 1953 la policía acusó recibo de 251 testimonios que afirmaban paraderos distintos y todas ellas fueron rechazadas por los detectives.
Tamán Shud
¿Cómo era posible que nadie conociera a aquel hombre, que nadie reclamara su cadáver?
Tras 10 días de búsqueda infructuosa, la policía local decidió embalsamar el cuerpo y enterrarlo. Pero el caso lejos estaba de cerrarse.
El 14 de enero de 1949, se produjo otro giro de guión en la historia. Se encontró en la estación de Adelaide un portafolio con diversos objetos dentro, entre los que había un ovillo de hilo de Barbour color naranja, inexistente en Australia. Un hilo naranja que, casualmente, coincidía con el que se había usado para coser los pantalones del cadáver. También se encontraron prendas de vestir con varias etiquetas con el nombre “Keane” escritas en ellas. Se hizo circular la información pero nadie reconoció el portafolio, nadie conocía a ningún Keane que hubiera desaparecido recientemente y no surgieron nuevas pistas que ayudaran al caso. Se volvía al punto de partida.
En un nuevo análisis, los investigadores hallaron un pequeño bolsillo secreto en los pantalones del hombre. En su interior encontraron un papelito con dos palabras escritas: “Tamán Shud”. Un mensaje críptico escrito en persa que pertenecía a la última página de un libro de poemas, The Rubaiyat de Omar Khayyam. “Tamán Shud” significaba literalmente “acabado”.
Los investigadores intentaron encontrar por toda Australia una edición de este libro a la que le faltara ese fragmento. Un hombre descubrió en el asiento de su coche una edición de 1859 a la que le faltaba la última página. Esta persona entregó el libro a la policía, pidió mantener el anonimato y declaró que no tenía la más mínima idea de cómo había llegado a parar a su coche.
En el reverso del ejemplar aparecía escrito a mano lo que parece ser un mensaje cifrado.

WRGOABABD/ MLIAOI/ WTBIMPANETP/ MLIABOAIAQC/ ITTMTSAMSTGAB

El mensaje no parecía tener significado alguno ni parecía ser parte de ningún idioma conocido. Se convocó a matemáticos, astrólogos y criptólogos para tratar de descifrar aquellas letras. Aún hoy, nadie ha sido capaz de romper el código. Esa última página del libro también contenía un número de teléfono. El número pertenecía a una ex enfermera que vivía en la calle Moseley, en Glenelg, a unos 400 metros al norte del lugar en el que fue encontrado el cuerpo.
La mujer, de la que solo se conoce su apodo (Jestyn), explicó que en 1945 le había regalado una copia del Rubaiyat a un Teniente del Ejército llamado Alfred Boxall, quien servía en la Sección de Transporte Marino de la Armada Australiana. Jestyn afirmó no haber tenido ningún contacto reciente con aquel militar. Tan solo le había enviado, hace ya algún tiempo, una carta en la que ella le informaba que se había casado.
Cuando los detectives le enseñaron el busto del cadáver a la enfermera, su reacción fue de total sorpresa y estuvo a punto de desmayarse. Esa fue la pista que llevó a la policía a creer que Boxall era el muerto. Hasta que lo encontraron vivo y con su propia copia de The Rubaiyat completa, con "Tamán Shud" en su última página.
La teoría del amante despechado se derrumbada y, mientras, una nueva se construía: se especulaba si este hombre era en realidad un espía soviético. Eran los primeros años de la Guerra Fría y esa posibilidad no parecía tan descabellada. Además, el muerto había sido encontrado en una zona cercana a la central de inteligencia de Woomera, un sitio secreto de lanzamiento de misiles.
A día de hoy, el misterio de Tamán Shud sigue sin resolverse. Nunca se ha sabido lo que pasó aquella mañana de diciembre en la playa, ni la identidad del misterioso hombre y su asesino. Y puede que nunca se llegue a saber.
Lo que sí es cierto es que, más allá de todas las teorías que se han construido alrededor del misterioso caso del hombre de la playa de Somerton, ninguna ha sido comprobada. 
Sin embargo, dentro de todo el misterio, subyace un detalle revelador. Hasta 1978, cada cierto tiempo la tumba de este hombre se llenaba de flores. Flores que nos recuerdan que, aunque todo el mundo parece haberse olvidado de este hombre, hay alguien que nunca lo hizo.

M.S



Decir adiós es crecer (o la partida de Malamorte).

Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida.
Mario Benedetti

Aquella mañana, me desperté como todas las mañanas de mi vida. Caminé hacia el baño, me paré ante el espejo y me miré fijamente a los ojos. Vi lo de siempre: un ser humano cansado y rutinario, que a pesar de eso intentaba cada día dar lo mejor de sí. La rutina me agobiaba, pero a la vez era consciente de que con el paso del tiempo había empezado a fijarme en otras cosas que me alegraban. Mi energía no era la misma que a los 20, pero tampoco mi cabeza: ya no me preocupaba tanto por el qué dirán, y me sentía contento por ver el sol todas las mañanas.
Por supuesto, mi amigo también estaba ahí. Detrás de mí, con la misma mirada cansina de antaño. Ahora ambos nos mirábamos fijamente, un poco con condescendencia, un poco con desprecio, un poco con dolor pero a la vez sabiendo que transitábamos del mismo modo el mismo camino. Ya no había litigio, ni esa ira en los ojos de ambos. Comprendimos que si bien Malamorte era un bien necesario, no siempre iba a prevalecer en mi vida.
Lo noté cansado, como si también él estuviera agotado de tantas idas y vueltas. Era la primera vez que sentía que Malamorte bajaba la guardia, tan erguido siempre y ahora tan diferente al menos a mis ojos. Era una parte de mí, una proyección de mis miserias y mis dolores, pero quizá sin darme cuenta yo mismo le di más valor e importancia que la que realmente debía tener. Fue un gran compañero de aventuras, y hasta a veces tuvo más preponderancia que yo en mi propia vida, pero era tiempo de volver a tomar las riendas nuevamente. No podría vivir todo el tiempo bajo una nube negra, ni en un callejón sin salida. No era saludable para mí, y tampoco podía ser yo una proyección de Malamorte. Hasta podría decir que ese círculo vicioso le hacía mal también a él, lo volvía cada vez más oscuro y críptico.
Decidimos seguir cada cual por su camino. Sin agresiones, sin maldiciones. Sólo nos miramos nuevamente, y yo sonreí con ganas. Él tomó sus cosas, agarró su bastón y su sombrero, abrió la puerta y me dijo “Estaré cerca cuando me necesites”. “No hace falta que lo digas, sé dónde vas a estar. Pero por lo pronto, en este momento no hay lugar para dos”, fue mi respuesta. Y por primera vez, lo vi sonreír. Cerró la puerta, y en ese mismo instante la habitación se iluminó. El sol brotaba por la ventana, y de fondo una suave y agradable música llegaba hasta mis oídos. Me sentí feliz, no por la ida de Malamorte sino por volver a ser yo sin necesidad de refugiarme en nada ni en nadie.
“Hasta siempre”, murmuré por lo bajo.      


Rodrigo Cardozo

Entrevista con Locar (Bôas Teitas-Los Andes-Más Calaveras): “El punk puede estar muy bien hecho y cuesta muchísimo tocarlo bien”.


De gira por Santa Teresita y como miembro “invitado estable” de Más Calaveras nos encontramos con Martín Locarnini, compositor, cantante, guitarrista, y productor de Bôas Teitas y Los Andes. La entrevista tuvo lugar en un backstage distendido donde se repasó la diacronía de sus proyectos, los planes a futuro, la canción como estandarte y muchas anécdotas que formaron parte de un tercer tiempo más que ameno.
Pasen, lean y entérense la actualidad de uno de los mejores compositores de canciones que parió el rock vernáculo.

Por Matías Sosa

Macondo Blues: ¿Cómo es la situación actual de Bôas Teitas?
Locar: Lo último que hicimos fue sacar un EP de 3 canciones a fines de 2016. Eran temas que habían quedado en el tintero y la idea fue mezclarlos y editarlos como una especie de reactivación discográfica desde el último disco “Decir todo de nuevo” del 2014. Siempre nos gusta tener una edición discográfica aunque sea de forma virtual, primero para no perder la vigencia y segundo porque por suerte siempre contamos con material dando vueltas que nos activan para trabajarlo. Esas tres canciones fueron editadas de forma virtual y entre nosotros las llamamos, medio en broma y con absoluta humildad, “nuestro Sgt. Pepper”. Más que nada porque metimos instrumentaciones que hasta ese momento nunca habíamos intentado. Pusimos una sección de vientos en un tema a cargo de integrantes de Satélite Kingston y Marejada, en otra Pablo Hadida de la banda Lapsus! tocó el Lap steel, hubo percusiones y pianos a cargo de Sebastián Escofet. Una gama de colores diferentes a lo que estábamos acostumbrados.

M.B: ¿Esa experimentación formará parte del material nuevo?
L: Depende. Hay veces que la canción te pide ciertas texturas pero conceptualmente es difícil llevar eso a un disco de diez u once canciones. La idea es que el estudio no se convierta en un circo donde los músicos desfilen, sino que se puedan optimizar las posibilidades a la mano sin que suene forzado o sobreproducido. Nuestra meta es generar una selección estética que esté al servicio de la canción, siempre con la mejor producción y sonido posible ya sea para un LP, un EP o hasta para una canción de un disco tributo. Pero sí, la idea de experimentar nunca se descarta mientras nos sintamos cómodos con eso.
Está en carpeta la edición de un disco de covers, el cual pasaría a ser nuestro cuarto disco llamado, tentativamente, “Volumen 4”. Ya grabamos alrededor de 14 canciones y versiones, de un total de 30 y tiene de todo un poco.

M.B: Se cumplen 10 años de la edición de “El Album”, la ópera prima de la banda, y se viene una reedición en cassette ¿Cómo surgió la propuesta?
L: Fue una propuesta de un fan de Comodoro Rivadavia que tiene un sello llamado PIRÁMIDE RECORDS, el cual edita material seleccionado en ese formato. La vida nos cruzó por un amigo en común en Ushuaia hace por lo menos 12 años haciendo covers en algún garaje de esa localidad. El siguió (y sigue) su recorrido en la autogestión y quiso que EL ALBUM tuviera un lugar en su catalogo (nutrido y en crecimiento constante) de ediciones en cassette. Estamos muy contentos con este tipo de reivindicaciones que son como muestras de cariño a las cuales les damos mucho valor.

M.B: Hace poco nos enteramos del debut en vivo de Los Andes, el nuevo proyecto que tienen junto a Sebastián Rubín. ¿Cómo se gestó la banda y cómo congenian la parte compositiva?
L: Los Andes es un proyecto que se cumplió habiendo no anhelado el proyecto (risas). Porque no era que lo teníamos bajo la manga y lo usamos como un comodín. Rubín estaba con lo suyo y nosotros también, pero él estaba un poco en suspenso con los Subtitulados al igual que nosotros con Bôas Teitas. El tenía el primer repertorio de composición, por eso las canciones de Los Andes al momento de hoy -marzo de 2017-, son mayormente composiciones de Sebastián y de Juan Carlos Marioni (ex Avant Press) Un gran guitarrista que en Los Andes se encarga del bajo. Somos cuatro compositores trabajando con un objetivo común. Las influencias son variadas, pero quizá la más palpable sea Teenage Fanclub además de un largo reguero de bandas estéticamente similares (Big Star, Beatles, The Kinks, entre otras). Estamos muy emocionados con cómo va tomando forma el proyecto.

M.B: Se nota que sos un músico inquieto que se sabe amoldar a diferentes estilos musicales. En esta ocasión te encontramos como guitarrista de Más Calaveras. ¿Cómo congeniás todo eso?
L: Para ponerle un titulo sería “el punk rock que nos une” (risas). A diferencia de lo que muchos piensan, disiento con aquellos que sostienen que el punk rock es una especie de estadío inicial, primario, en el que la gente aprende a tocar y una vez que lo logra pasa a otra fase y estilo musical.
Mi humilde recorrida indica que el punk puede estar muy bien hecho y cuesta muchísimo tocarlo bien. Entonces me encuentro embarcado en el proyecto de Más Calaveras, en parte por Fede Pertusi quien grabó y co-produjo el disco y por el Chino Vera a quien yo conocía “de lejos” por así decirlo. Sentí que podía aportar algo y ellos se engancharon en la propuesta, por lo que me involucré en el disco con esa idea: la de hacer el punk rock más básico de la mejor manera posible. No obstante el disco tiene variantes dentro del género como el country, reggae, cosas acústicas, mezclado en diferentes cuotas con esa música madre que nos unió. Y a esto se suma la continuidad de volver a escuchar a tus referentes; en parte los responsables de la música que yo mamé a mis 13 o 14 años y debido a quienes me motivé para agarrar mis primeros instrumentos. Ellos marcaron la forma de entender la música que decidí tocar. Eso, por suerte, se encuentra guardado en el mismo lugar que estaba desde que tenía esa edad. No es sólo un recuerdo de cuando éramos adolescentes, lo pienso más como un valor agregado para interpretar la música que me gusta hacer hoy. Y creo que en parte le sucede lo mismo a los chicos de 114 Errores, poner sobre la mesa esa forma de componer tan espontánea que conecta con la adolescencia y hacer una relectura de eso. A mis casi 40 años no encuentro un rasgo que contradiga ese estado primario del que te comentaba hace un rato.
Y sin olvidarme de la impronta de intentar que cada proyecto en el que me involucro nutra también a los otros. La canción es el nexo entre todos y el que más protejo.

M.B: Para finalizar, si tuvieras que definir el pasado, presente y futuro de tu carrera musical con una sola palabra. ¿Cuáles serían?
L: Creo que eso se resume en lo que denomino “las tres C”: Coherencia-Constancia y Calidad. En cada etapa siempre intenté, intento e intentaré defender esa tríada.



M.S

Para escuchar:

Info y contacto:
Por Facebook: 
@boas.teitas / https://www.facebook.com/boas.teitas/

@LosAndesPowerPop / https://www.facebook.com/LosAndesPowerPop/

Por mail: boasteitas@gmail.com

Sesiones en vivo (IX), Hoy: Sid Vinicious en Salas Perico, Abasto. / 04-03-17





¿Cuántas veces en la vida uno tiene la posibilidad de ver el debut de una banda rodeado de amigos en un show casi privado en el cual no falta prácticamente nada? La noche del sábado 04-03-17 ofreció todos esos condimentos y más, en lo que fue la primera presentación de Sid Vinicious, el tributo a Legião Urbana en plan power pop que integran grandes batalladores del under porteño como Martín Méndez, Ariel Nogueira y Diego Martínez. Luego de años de transitar juntos por diversas bandas, decidieron darle rienda suelta a su amor por la mítica banda capitaneada por el inmenso Renato Russo y, bajo el formato trío, ofrecieron un vibrante y emotivo set de canciones que fueron desde las más conocidas hasta una que otra gema perdida de la discografía de los geniales brasileros.




El escenario de las salas Perico en el Abasto porteño fue el lugar elegido para el primer acto de esta novel agrupación. Las acreditaciones se daban por privado a un selecto grupo de invitados, y el ambiente no podía ser más ameno, ya que prácticamente todos eran conocidos entre sí. La previa, a cargo de Diego Brixton en las bandejas, sirvió de aperitivo para que el clima quedara perfecto antes de que, a minutos de las 2 a.m, la banda subiera a hacer de las suyas. ¿Y qué hicieron? Lo que mejor saben: un baterista sólido y sutil en partes iguales, un guitarrista/cantante con un carisma a prueba de balas y un bajista con un buen gusto envidiable (sumado al juego de voces que hacía en tándem junto a la voz principal). 




El set abrió a pura emoción con el clásico “Tempo Perdido”, y ya las caras de los presentes evidenciaban lo mágico del momento. El casi heavy “Natalia”, de lo que fuera el último disco de Legião con Renato aún vivo, fue la elegida para seguir. Una rockerísima “Ha tempos” dio pie a “Mais do mesmo”, seguida por “Serenissima” (con los gritos de todo el público en el corte). Continuando, una versión apaciguada de la inmortal “¿Que país e este?”, muy similar a la incluida en el disco del mismo nombre y sin el desmadre que solía ser cuando Legião la interpretaba en vivo. “Eu sei” (que también supieron versionar los Brixton), “So por hoje” (acertadísima elección) y la seminal "Sera" (primer tema del primer disco) fueron el preámbulo a uno de los mejores de la noche: “Vente e nove”, con su emotiva letra y una interpretación exquisita. Quedaban dos, y la gente quería más. “Se fiquei esperando meu amor pasar”, de “As quatro estações”, sensibilidad plena y el descontrol final a manos de “1955/Duas Tribus”, con todos cantando aquello de que “O Brasil é o país do futuro”, tal vez uno de los mejores retratos de la dictadura militar que arreció sobre Brasil a mediados de la década del 60 y la solazada esperanza de un país mejor. 




Fin del show y los rostros entre felices y emocionados de todos, conscientes de haber sido partícipes de un evento poco común en estos tiempos de rock vacío y de ídolos con pies de barro. Hubo tiempo para el regocijo final entre amigos, y la despedida sabiendo que solamente fue el inicio de un proyecto que amerita ganarse un lugar dentro de la escena nacional.  


R.C 

Sesiones en vivo (VIII), Hoy: 114 Errores y Más Calaveras en Sureste Bar, Santa Teresita / 4-3-2017


Noches agitadas en sótanos húmedos
 “Somos aquí, ahora y aquí”
Más calaveras

Los shows en reductos tienen una mística especial. Nos retrotraen a épocas de descubrimiento musical; a esa cosa arqueológica de encontrarse con la novedad de la música tocada en vivo. Sin grandes artilugios, pero con empuje necesario para sostener la propuesta, es como se presentaban las bandas en nuestra adolescencia. Un puñado de canciones, pocas pretensiones y un deseo irrefrenable por exteriorizar el arte que nace en momentos de inspiración; la combinación adecuada para conectar la misma con ese cacho de músculo que nos golpea en el pecho.
Vienen a mi mente esas noches en Cemento, Die Schule, El Sótano y el Teatro del Plata. Un poco de nostalgia atravesada por el anacronismo de sentir hoy lo mismo. Seguramente cada vez que recordamos un recital con la mirada perdida y una inhalación profunda es el indicador de que esos momentos nos calaron hondo.
El ambiente de Sureste Bar y la cálida noche reunieron un poco esa magia que mezcla tribus y edades varias, junto con esa pintoresca fauna nocturna que adorna este tipo de eventos. El show dio inicio pasadas las 00 hs. con Más Calaveras, la banda de Adrián Vera, que contó entre sus filas a Martín Locarnini de Boas Teitas y Los Andes en guitarra y coros. Ofrecieron un breve repaso de algunos temas de “Desde el sol ardiente”, su disco debut, más el agregado de una serie de atinadas versiones de “Born to lose” del gran Johnny Thunders, “Rockaway beach” de The Ramones y “The last time” de los Rolling Stones pasado por el tamiz de los Stiff Little Fingers. Algunos problemas técnicos atenuaron la intensidad del show y precipitaron el final de la actuación que dejó con ganas a la audiencia de escuchar más canciones de su excelente ópera prima.
Más Calaveras, en acción.

Casi sin pausa los locales de 114 Errores se colgaron los instrumentos ante un buen número de seguidores que esperaban ansiosos sus canciones. La banda sonó muy ajustada, dándose el lujo de acelerar los temas de su autoría y dotándolos de una mayor intensidad para sorpresa de la audiencia. Pasearon por buena parte de su discografía y lograron movilizar a la gente con poderosas versiones de “Mi Stalingrado”, “Once Primaveras”, “Entre monólogos”, “Ya no” y una muy coreada “Todo y nada”. El cierre estuvo a cargo de “24 horas” y los encontró despidiéndose de su gente por un tiempo para dedicarse de lleno a la grabación de su próximo disco y cumplir con presentaciones en Capital Federal en los próximos meses.
La fecha de 114 Errores junto a Más Calaveras fue esa especie de viaje en el tiempo. Un montón de amigos, rebeldes e inconformistas copando un antro en la provincia de Buenos Aires. Brazos en alto, vasos chocando, gargantas coreando y un montón de sonrisas iluminadas con alguna lágrima perdida que entona aquello de que “todas las tormentas son melodías”. Lejos de las pantallas y los carteles de neón; fuera de las modas tan carentes de sentido: un buen show de punk rock, señores, nada más y nada menos.


M.S

ENTREVISTA A JOSÉ ALMA DE 114 ERRORES: "Las personas que quieren hacer lo que les gusta no tienen problemas en luchar por lo que sueñan"

Por Matías Sosa

El equipo de Macondo Blues se lanza a las rutas nuevamente para cubrir el show de la banda con más proyección de la Costa Argentina. Nos comunicamos telefónicamente con José Alma, cantante y guitarrista del combo oriundo de la ciudad de Santa Teresita, quien nos contó el pasado, presente y futuro de 114 errores. Pasen y lean.

Macondo Blues: ¿Querés hacer un breve repaso de la historia de 114 Errores?
José Alma: La banda comienza en las vacaciones de invierno de 2004, como un proyecto acústico junto a Julián (Latorre, bajo y voz). En esa época estaba el guitarrista Facundo Talavera y cada uno de nosotros estaba tocando en otras bandas y, por decirlo así, 114 quedó como un proyecto paralelo. En diciembre de 2005, editamos de forma independiente el disco homónimo de la banda y poco a poco la banda “paralela” pasó a ser un proyecto full time, por lo que dejamos los grupos que teníamos y le dimos inicio formal en el verano de 2006. Desde ese momento no frenamos más, siempre con la convicción firme de seguir haciendo lo que nos gustaba.

MB: ¿De dónde sale el nombre de la banda?
JA: El nombre de la banda surge por un libro de ficción que trata sobre unos poetas que durante la época de la inquisición estaban prohibidos por el orden imperante, y escribían bajo el pseudónimo de “114 errores”. Nos pareció una idea espectacular por lo que representaba y lo adoptamos como propio. Actualmente, La banda se compone de Julián Latorre (bajo y voz), Walter Ibarra (guitarra), Mariano Nyczaj (batería) y, su servidor, José Alma en voz y guitarra.

MB: ¿Cómo fue la evolución de la banda después de 12 años?
JA: Evolucionamos casi sin darnos cuenta, fruto del empuje que teníamos por hacer las cosas bien y por el compromiso de modificar las cosas desde nuestro lugar.

MB: Viviendo en un país que todavía tiene su base de operaciones en Capital Federal, ¿qué implica tener una banda en el interior del país?
JA: Buena pregunta. Digamos que es el principio del “Hazlo tú mismo”, la cuestión fundamental del punk rock. Al no haber infraestructura, sí o sí la tenés que inventar vos. Las personas que quieren hacer lo que les gusta no tienen problemas en luchar por lo que sueñan. Sabemos que, lamentablemente, la mayoría de la movida cultural se encuentra en Capital federal, pero la idea es romper un poco con eso. Y si bien vamos bastante seguido a tocar allá y a la ciudad de La Plata, nunca nos olvidamos de dónde venimos y siempre llevamos nuestras vivencias para compartirlas. El tener una banda en el interior es una especie de lucha, en especial contra todos los imponderables que se pueden dar en un lugar donde las cosas no están organizadas para que haya un espectáculo de rock.  Pero sabemos que se puede hacer, por eso hay que proponer ideas y trabajar para sostener aquellas cosas que uno ama.


MB: ¿Qué falta para generar más movida cultural fuera de Capital Federal?
JA: Es difícil descentralizar la cultura rock establecida en Capital. Por suerte hay bastantes bandas en la costa argentina y cada localidad tiene exponentes que proponen una movida similar. En Pinamar, Villa Gesell y otras ciudades hay gente, por suerte, que todavía apuesta por eso. Cada banda desde su lugar creo que lucha por ampliar un poco la escena por fuera de la General Paz. Pero todavía sigue vigente ese dicho que Dios está en todos lados pero atiende en Buenos Aires…”Capital” (risas).

MB: Con respecto a su discografía, los últimos trabajos fueron producidas por Federico Pertusi. ¿Cómo se dio esa colaboración?
JA: Las tres últimos trabajos, “De guerras y de amores” de 2011, “Todas las tormentas” de 2014 y el EP “11 años”, fueron producidas por Federico. Creo que son las cosas más profesionales que hicimos, ya que si bien tenemos ocho discos editados de manera independiente, los que mencioné son con los cuales más me identifico. Se dio la oportunidad de trabajar con él por intermedio de Juan Papponetti (ex guitarrista de Katarro Vandaliko y actual líder de Traje Desastre), con quien tenemos una larga amistad y nos animó a sentir que la banda estaba para grabar con Fede. Por suerte pagamos onda y nos ayudó un montón. Supo mediar entre nosotros con la pre-producción y producción de los discos, además de con la grabación y mezcla. Un grande, sinceramente.
Estamos de cara a grabar un próximo disco en 2017 con el cual tenemos muchas expectativas y el cual creemos que va a ser producido por Fede. Nosotros llevamos los temas arreglados con nuestra impronta y muy ensayados. Eso optimiza los tiempos y le da lugar a él para aplicar su conocimiento en una forma más global. En el estudio surgen cosas propuestas sobre la marcha que mejoran el producto final.

MB: Su último larga duración “Todas las tormentas” tiene cierta melancolía en las letras, pero la sensación de hacer frente a eso también se percibe. ¿Cómo fue el proceso de escribir las letras?
JA: Este disco es mi preferido. Si bien yo compongo música y letra de muchas canciones, la forma se la damos todo juntos en la sala de ensayo. Me gusta mucho escribir letras, es ahí donde encuentro la verdadera inspiración. Me gusta mucho leer y eso también influye. Obviamente hablo desde mi punto de vista, ya que Julián también compone y escribe. Cada uno hace sus canciones, las cuales generalmente son cantadas por el compositor, aunque en ocasiones alternamos de acuerdo a quién le queda mejor el tono de la canción.
Es cierto lo que mencionás acerca de la melancolía, porque las canciones tienen una estructura y un esqueleto, donde la letra tiene que tener un peso especifico. Es lo mágico que sucede cuando te identificas con alguna letra. Canciones como “Instinto natural”, “Entre monólogos”, “Universo hostil” o “Mi Stalingrado” tienen esa cosa catártica de expresar las cosas que uno siente y que todavía nos ponen la piel de gallina al momento de tocarlas en vivo. En general las letras tienen algo visceral que muchas veces lo perciben aquellos que las escuchan.

MB: -La banda ha generado shows de bandas consagradas en lugares que antiguamente no eran paradas obligatorias de gira. ¿Cómo lo logran y sostienen?
JA: Lejos de sonar pedante, creo que tenemos algo de responsabilidad en eso de hacer a Santa Teresita una parada casi obligatoria en las giras de las bandas por la costa argentina. Ocurría que nadie los traía, y cuando decidían venir nosotros quedábamos al margen de la movida, entonces de tanto ir a Buenos Aires algunos managers nos proponían armar shows acá. Después de pensarlo y de ponderar las complicaciones económicas y el sonido requerido para un show de calidad, decidimos darle para adelante. Pese a que cuesta bastante dinero y tiempo movilizar a una banda, logramos traer a Cadena Perpetua, a Jauría, Más Calaveras, etc., así como también a otras bandas de diferente género con ganas de tocar en la zona. Pero todo esto lo hacemos porque nos gusta tocar; no somos productores, principalmente somos músicos, pero como que una cosa lleva a la otra. Hoy podemos decir que hay una escena armada en Santa Teresita que excede la temporada veraniega. Hay tres pubs que funcionan de forma permanente durante todo el año y brindan el lugar para que las bandas toquen. En un lugar de dos kilómetros de ancho por tres de largo creo que no es poca cosa.

MB: ¿Cuáles son sus mayores influencias?
JA: Todos consumimos música diferente. A modo personal, soy un enamorado del punk rock pero no es sólo lo que consumo. Me gusta mucho Cienfuegos y El Siempreterno, por ejemplo. Rotman ha hecho mucho por la cultura rock del país y lamentablemente no tiene el reconocimiento que debería. Attaque 77 también, por nombrarte otra banda. Escucho hardcore, rock n roll, folklore, de todo un poco. Ser músico te lleva a escuchar mucha música distinta todos los días.
La literatura también es importante. Edgar Allan Poe, Michael Crichton… y así podría estar un rato largo. Spinoza, Nietzsche, todo es una influencia que transforma. En la música vuelco todos mis gustos personales: series, cine y un largo etcétera.

MB: ¿Cómo describirían a la banda en los shows en vivo?
JA: Los shows son enérgicos. Los cuatro somos muy viscerales. Como banda, charlamos entre todos las decisiones y cada uno pone el 25% que forma el total de 114 Errores. También nos peleamos, pero somos familia y eso lo tenemos muy charlado. Es casi como una sesión de terapia (risas)  Muchas veces nos juntamos sólo a tomar un vino y a charlar sobre lo que vamos a hacer. Que en todo este tiempo haya remeras y tatuajes de la banda,  bastante gente en los shows, es un indicador que nos muestra que la gente recibe el mensaje y la propuesta. Modestia aparte, sé que todos damos el 105 % de lo que tenemos arriba del escenario y eso hace que confiemos mucho en la persona que tenemos al lado.

MB: Para alguien que no conoce a 114 Errores, ¿cómo se definirían?
JA: Ante todo, somos una banda de rock. Buscamos todo el tiempo y somos bastante inquietos. Los temas nuevos, por ejemplo, tienen corte pop, pero con impronta rockera. Como dije al principio, la idea fuerza de la banda fue nunca frenar y ponerle ganas, para siempre. Eso implica que “para siempre” es “ahora”, y que mañana puede no estar, pero como cualquier cosa planeada a largo plazo, el cambio es inevitable y necesario.

MB: ¿Proyectos?
JA: Se viene el disco nuevo y  muchas fechas en Capital. Estamos planificando una fecha grande para de abril con una banda conocida, pero como todavía no cerramos el acuerdo no puedo decir nada (risas). El proceso de toda banda es algo bastante estereotipado: componer canciones, grabarlas y luego tocarlas en vivo; pero en lo personal tengo la eterna búsqueda de encontrar la canción perfecta, la cual siempre está por venir. Eso hace que me pelee un poco con el pasado, pero me amigo en seguida. Es mi lucha constante. (risas)

114 errores se presenta hoy a las 23 hs, junto a Más Calaveras (con el Chino Vera ex Attaque 77) en Sureste Bar, 39 entre Costanera y 2, Santa Teresita

Los Andes “Obras cumbres” o la quimera hecha canción.

Todo amante de la música sabe con certeza lo difícil que es escribir una buena canción. Y cuando me refiero a ello no solo hablo de pe...