"Los negros son los otros"
Cuando se pone en juego la
voluntad de lo que ingenuamente llamamos “pueblo”, los resultados suelen ser
desconcertantes. Tomemos como parámetro
las últimas elecciones presidenciales en Argentina: un Estado semi benefactor
en el cual se acallaron muchas voces que hace más de 10 años vociferaban en
contra de toda la clase política nacional, a través de la concesión de ciertos
reclamos que hicieron que los que menos tenían pudieran acceder a ciertos
beneficios. ¿Pero qué ocurre cuando esos beneficios chocan contra la
subjetividad propia de los que supieron no tener nada en los bolsillos? La
memoria, ese gran karma nacional, no goza de buena salud cuando ya no peligra
la integridad de lo que supieron protestar.
Es en ese momento en el
cual, casi en un sinsentido siniestro e lógico, la capacidad adquisitiva del
mediopelo nacional y popular cree en su fuero más íntimo que ya está capacitado
para acceder a un estrato social más elevado que sus congéneres y vecinos. Es así
como entonces el cerebro asado del idiota útil considera que es necesario
boicotear a un gobierno que dio miles de beneficios a su clase (la clase baja,
trabajadora, proletaria) porque “hay demasiados negros que no trabajan”, sin
mirar que esos mismos negros a los que acusa son los mismos que comparten la
cotidianeidad con ellos. Esos mismos negros son los que pueblan su barrio, su
vecindario. Son los que hace más de 10 años salían a protestar junto a ellos, a
poner la cara para que no siguieran robando el futuro, para que hubiera aunque
sea un bocado de comida en su mesa. Pero ahora son “los negros que no
trabajan”, y es la base de todo el proceso maniqueista en el cual los negros
pasaron a ser desconocidos, lacras, chusma, y tantos epítetos más.
¿Qué es lo que hace que
personas que a principios de siglo eran compañeros de la lucha cotidiana, pasen
a ser “negros planeros”? Simple y llanamente, carencia de conciencia de clase.
Cuando una persona no puede ni quiera asumirse como parte de una casta proletaria
sino que ridículamente aspira a ser como aquello que le muestran los medios,
tiende a ver a su círculo con displicencia y soberbia. Consideran que los
equivocados son los demás, y que ellos son dotados de otras capacidades que a
la luz de la realidad son falsas, porque en el fondo siguen siendo habitantes
del mismo espacio en el que convergen con esos “negros” a los cuales critican
hasta el hartazgo. No hablamos de ambición ni de progreso, hablamos de una
imposibilidad fáctica de reconocer el lugar que uno habita. Y ese peligroso
juego de la mente hace que aquellos que más se vieron beneficiados por las
políticas de los últimos años, voten en contra de quienes fueron sus
benefactores y a favor de aquellos que se sabe que van a explotarlos.
Un pueblo proletario vota en
masa a la derecha recalcitrante para que “los negros vagos vayan a trabajar”,
como si el gobierno fuera a censar a los pobres uno por uno a fin de saber
quiénes son aquellos a los que tiene que azotar. No, lamentablemente es una
visión errónea: un gobierno de derecha jamás se pondrá a averiguar quiénes son
los “negros buenos” y los “negros malos”. Para un gobierno de derecha,
solamente hay una separación: ricos y pobres. Es la única lógica mercantilista
que entiendes, y ya se sabe a quiénes van a beneficiar en esa diferenciación.
Es por eso que resulta risible ver la cantidad de gente de barrios pobres
votando a la derecha para que sus propios vecinos, “los negros malos”, se
pongan a trabajar. Si solamente eso fuera lo que va a hacer un gobierno, ¿qué
simple sería todo no?
Lo que realmente está en
juego es la capacidad de comprensión del otro, de ver que los demás son como
nosotros y que nosotros somos como los demás. Y en el peor de los casos, ¿qué
diferencia a aquellos que se sienten superiores de aquellos a los que miran con
desprecio? Quizá, y solamente quizá, la respuesta esté en la imagen que cada
uno tiene de sí mismo. Si un pobre no tiene otra aspiración que un lugar para
vivir tranquilo, y otros pobres aspiran a ser como los medios le dicen que
tiene que ser, ¿quién es el equivocado? Entonces qué mejor que protestar contra
un gobierno que le otorgó beneficios y alegremente votar a quienes vienen hace
décadas ahorcando a los que menos tienen… Casi tan irreal como ver a Mary Kelly
aplaudiendo a Jack el destripador. Y así estamos, volviendo casi a la
normalidad de esta Sudamérica fatal.
- Rodro Malamorte -