La ignorancia es una bendición (IV)




"Los negros son los otros"

Cuando se pone en juego la voluntad de lo que ingenuamente llamamos “pueblo”, los resultados suelen ser desconcertantes.  Tomemos como parámetro las últimas elecciones presidenciales en Argentina: un Estado semi benefactor en el cual se acallaron muchas voces que hace más de 10 años vociferaban en contra de toda la clase política nacional, a través de la concesión de ciertos reclamos que hicieron que los que menos tenían pudieran acceder a ciertos beneficios. ¿Pero qué ocurre cuando esos beneficios chocan contra la subjetividad propia de los que supieron no tener nada en los bolsillos? La memoria, ese gran karma nacional, no goza de buena salud cuando ya no peligra la integridad de lo que supieron protestar.

Es en ese momento en el cual, casi en un sinsentido siniestro e lógico, la capacidad adquisitiva del mediopelo nacional y popular cree en su fuero más íntimo que ya está capacitado para acceder a un estrato social más elevado que sus congéneres y vecinos. Es así como entonces el cerebro asado del idiota útil considera que es necesario boicotear a un gobierno que dio miles de beneficios a su clase (la clase baja, trabajadora, proletaria) porque “hay demasiados negros que no trabajan”, sin mirar que esos mismos negros a los que acusa son los mismos que comparten la cotidianeidad con ellos. Esos mismos negros son los que pueblan su barrio, su vecindario. Son los que hace más de 10 años salían a protestar junto a ellos, a poner la cara para que no siguieran robando el futuro, para que hubiera aunque sea un bocado de comida en su mesa. Pero ahora son “los negros que no trabajan”, y es la base de todo el proceso maniqueista en el cual los negros pasaron a ser desconocidos, lacras, chusma, y tantos epítetos más.

¿Qué es lo que hace que personas que a principios de siglo eran compañeros de la lucha cotidiana, pasen a ser “negros planeros”? Simple y llanamente, carencia de conciencia de clase. Cuando una persona no puede ni quiera asumirse como parte de una casta proletaria sino que ridículamente aspira a ser como aquello que le muestran los medios, tiende a ver a su círculo con displicencia y soberbia. Consideran que los equivocados son los demás, y que ellos son dotados de otras capacidades que a la luz de la realidad son falsas, porque en el fondo siguen siendo habitantes del mismo espacio en el que convergen con esos “negros” a los cuales critican hasta el hartazgo. No hablamos de ambición ni de progreso, hablamos de una imposibilidad fáctica de reconocer el lugar que uno habita. Y ese peligroso juego de la mente hace que aquellos que más se vieron beneficiados por las políticas de los últimos años, voten en contra de quienes fueron sus benefactores y a favor de aquellos que se sabe que van a explotarlos.

Un pueblo proletario vota en masa a la derecha recalcitrante para que “los negros vagos vayan a trabajar”, como si el gobierno fuera a censar a los pobres uno por uno a fin de saber quiénes son aquellos a los que tiene que azotar. No, lamentablemente es una visión errónea: un gobierno de derecha jamás se pondrá a averiguar quiénes son los “negros buenos” y los “negros malos”. Para un gobierno de derecha, solamente hay una separación: ricos y pobres. Es la única lógica mercantilista que entiendes, y ya se sabe a quiénes van a beneficiar en esa diferenciación. Es por eso que resulta risible ver la cantidad de gente de barrios pobres votando a la derecha para que sus propios vecinos, “los negros malos”, se pongan a trabajar. Si solamente eso fuera lo que va a hacer un gobierno, ¿qué simple sería todo no?


Lo que realmente está en juego es la capacidad de comprensión del otro, de ver que los demás son como nosotros y que nosotros somos como los demás. Y en el peor de los casos, ¿qué diferencia a aquellos que se sienten superiores de aquellos a los que miran con desprecio? Quizá, y solamente quizá, la respuesta esté en la imagen que cada uno tiene de sí mismo. Si un pobre no tiene otra aspiración que un lugar para vivir tranquilo, y otros pobres aspiran a ser como los medios le dicen que tiene que ser, ¿quién es el equivocado? Entonces qué mejor que protestar contra un gobierno que le otorgó beneficios y alegremente votar a quienes vienen hace décadas ahorcando a los que menos tienen… Casi tan irreal como ver a Mary Kelly aplaudiendo a Jack el destripador. Y así estamos, volviendo casi a la normalidad de esta Sudamérica fatal.   

- Rodro Malamorte -

La ignorancia es una bendición (III)


En la mayoría de los casos la ignorancia es algo superable. No sabemos porque no queremos saber.
Aldous Huxley

Normalmente, aceptamos la realidad como se nos presenta, ya sea en forma beneficiosa o amenazante. En muchas ocasiones no nos percatamos de nuestra capacidad como agentes de cambio ni como “diagramadores” de nuestras vidas. El percibir esto de forma conciente nos ubica, inevitablemente, ante una responsabilidad trascendental: la de tomar decisiones que afecten el devenir propio y del entorno. Cuando surgen periodos confusos, agobiantes y desesperanzadores tendemos a afrontar la realidad en forma pasiva, es decir, no accionando directamente sobre ella, sino mas bien, recibiendo y analizando la información que nos llega de fuera y esperando, muchas veces, la resolución mágica a nuestros problemas. Este estado genera procesos de sugestión que provocan una influencia sobre la manera de pensar o de actuar, anulado la voluntad y llevándonos a obrar de una forma determinada.
Los desenlaces mágicos, lo sobrenatural, son áreas que desconocemos y, por lo tanto, nos provocan miedo. ¿Miedo ante qué? A lo desconocido, a aquello que no podemos manipular y aquello que escapa de la enseñanza formal y compartida. Una suerte de magia que ejerce ante los sentidos un efecto maravilloso e inexplicable, a la cual, sumada al hermetismo y a no estar gobernada por leyes naturales, categorizamos como “oculta”. Y es justo cuando llegamos a ese punto del “todo vale”.
¿Qué es el efecto Forer?
El efecto Forer, conocido también como el efecto Barnum, ocurre cuando una persona acepta como válida una aseveración acerca de sí misma, pues creen que proviene de una fuente confiable. En otras palabras, las personas son víctimas de la falacia de la validación personal, y aceptan como propias generalizaciones que pueden ser válidas para cualquier individuo.
El nombre de este efecto viene del psicólogo Bertram R. Forer, quien encontró que la mayoría de las personas aceptaban estas descripciones vagas como personales y acertadas, así que realizó un experimento en 1948, en el que entregó un grupo de afirmaciones a sus estudiantes como resultado de un test de personalidad y pidió que evaluaran sus resultados, afirmando si eran acertados. Lo que no sabían sus estudiantes es que todos tenían la misma hoja de resultados, que decía esto:

“Tienes necesidad de ser aceptado por los demás y buscas que te admiren, sin embargo, tiendes a ser muy crítico contigo mismo. Aunque tienes algunas debilidades de personalidad, generalmente logras compensarlas. Tienes una capacidad increíble que no has convertido en tu ventaja. Disciplinado y autocontrolado en el exterior, tiendes a preocuparte y ser inseguro en tu interior. A veces tienes grandes dudas sobre si has tomado la decisión correcta o si has hecho lo adecuado. Prefieres cierta cantidad de cambio y variedad y te sientes insatisfecho cuando te acorralan las restricciones y limitaciones. También te enorgulleces de ser un pensador independiente, no aceptas lo que digan los demás sin pruebas satisfactorias. Pero has descubierto que es poco sabio ser muy franco y revelarte a ti mismo ante los otros. A veces eres extrovertido, afable y sociable, mientras que en otras ocasiones eres introvertido y reservado. Algunas de tus expectativa pueden ser más bien irreales.”

Forer pidió que calificaran la exactitud de los resultados en una escala de 0 a 5, donde el 5 significaba que el alumno sentía que los resultados eran excelentes y acertados, mientras que un 4 expresaba que los resultados habían sido buenos. El promedio de la evaluación de la clase fue de 4,26; es decir que consideraron que el resultado realmente definía sus personalidades, aunque Forer había tomado estas aseveraciones de una columna de astrología de una revista cualquiera.
La ´pregunta obligada es ¿Cómo funciona el efecto Forer? Bien, en realidad casi todos somos vulnerables a él, aún más cuando está relacionado a pseudo-ciencias como la astrología, grafología, lectura de auras y un largo etcétera. Una de las razones es que normalmente no hay nada en lo que puedas estar en desacuerdo con las afirmaciones, pues la mayoría te presentan dos opciones: “eres X, pero a veces eres Y”. Esto es lo suficientemente vago como para ajustarse prácticamente a cualquier ser humano. Si se le dice a alguien: “eres inteligente, pero a veces haces tonterías”, cualquier persona del mundo podría aceptar ese análisis como válido.
Otra de las razones por las cuales las personas pueden caer en el efecto Barnum es que éste resulta aún más potente cuando hace predicciones a futuro, pues ofrece un sentido de reafirmación y control de lo desconocido. A los seres humanos nos encanta la idea de control, así que estas predicciones nos ofrecen una ventana a lo que no podemos controlar, aún sin importar que esta ventana no sea muy transparente ni certera; pero por un breve espacio de tiempo sentimos que podemos saber lo que va a ocurrir y, por ende, evitarlo o cambiarlo.
Del mismo modo, el efecto Forer suele estar relacionado con el sesgo cognitivo de confirmación, y en parte debe su éxito a ello. El sesgo de confirmación ocurre, por ejemplo, al leer una predicción astrológica que confirma tus propias creencias. Por ejemplo, si nos estamos sintiendo un poco tristes o desanimados y el horóscopo dice que “vienen momentos complicados de los que saldrás airoso”, está confirmando lo que estas sintiendo y  te da la razón, ¿hay, acaso,  algo mejor que sentir que tenemos la razón?
Por divertido que parezca, el efecto Forer puede afectar la vida de las personas, que no sólo invertirán sumas astronómicas para que les saquen la carta astral, les lean la palma de la mano o la borra del café; sino que además pueden tomar decisiones importantes basados en el sesgo cognitivo que, lamentablemente, no suele ser un consejo sólido.
Las infinidades de técnicas que usan aquellas personas encargadas de realizar predicciones o técnicas de “mancia” -del griego: Adivinación- se llaman, genéricamente, "lecturas en frío".
Primero, en la lectura en frío, se aprovecha la inclinación que tenemos los seres humanos de extraer de una situación un significado mayor que el que tiene. Es decir, la persona intentará darle sentido a lo que se le diga. Segundo, el manipulador también aprovecha que la mayoría de nosotros tenemos tendencias egocéntricas y tendemos a vernos de una forma un tanto indulgente, con poca capacidad de autocrítica. Tercero, el manipulador usa también en su beneficio el hecho de que sus víctimas se acordarán más intensamente de sus "aciertos" que de sus errores. Cuarto, el manipulador ofrece generalidades aplicables a todos los seres humanos. Todos compartimos una enorme cantidad de características, todos sufrimos ante los problemas, todos tenemos proyectos no realizados, todos queremos amar y ser amados, todos tenemos profundas frustraciones.
Si este tipo de lectura en frío se realiza, además, en una "consulta" de un supuesto sanador, curandero, médico brujo, tarotista, astrólogo o cualquier otra actividad afín, la inocente persona que paga sentirá que esta ante un sujeto verdaderamente poderoso y no dudará en abandonar un tratamiento médico a cambio de placebos que pueden ocasionarle daños irreversibles.
Y esto no termina aquí, aun hay más. Están, también, las burdamente llamadas “señales corporales”. Es poco sabido, por el público en general que el iris se nos dilata cuando vemos algo que nos gusta y se contrae ante algo que nos disgusta, aún con las mismas condiciones de luz.  Esto lo redescubrieron y sistematizaron los neuropsicólogos en los años 70, al igual que lo referido al lenguaje corporal. Los buenos observadores de sus congéneres llevan milenios interpretando los sentimientos o emociones que hay detrás de ciertos actos, posturas, gestos, etc. La ciencia sólo ha confirmado los hechos y sistematizado su conocimiento.
Ahora bien, cabe preguntarse si existe alguna forma de quedar exentos de técnicas de manipulación, estadísticas, control mental, y coerciones varias. La respuesta es sí y no. No, porque, en ocasiones tendemos a desesperanzarnos y a razonar con nuestro juicio nublado, buscando salidas rápidas que nos provean un pequeño empujón para no angustiarnos. Por otro lado, sí podemos inmunizarnos y empoderarnos ante alguna manifestación de tipo mágica-fenoménica. ¿Cómo? Se dice por ahí que el conocimiento es poder, así que nada más al saber, leer, informarnos y compartir esa información puede prevenirnos de caer ante las trampas de las pseudo-ciencias y otras ilusiones.

MATT A. HARI



El pasillo de la vida (y la muerte)



Si las puertas de la percepción se depurasen,
todo aparecería a los hombre como realmente es: infinito.
Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver
todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna.
William Blake –Las bodas del cielo y el infierno-

Los pasillos representan cosas trascendentales en nuestras vidas. Desde que nacemos, atravesando el túnel  materno que nos guía hacia la luz. Análogamente, cuando morimos recorremos un  tramo similar que también nos dirige hasta otra luz diferente, cerrando el círculo. En forma gráfica, la vida misma (o la forma en que la percibimos) toma su recorrido y se despliega ante nuestros ojos en la forma de un gran “corredor”.
Se llama pasillo a los espacios cuya función principal es la circulación; espacios que comunican diferentes habitaciones, “estares” o incluso diferentes elementos en una misma estancia. Por su naturaleza, los pasillos suelen tener una dimensión marcadamente más larga, correspondiente con el sentido de la circulación, y una más corta. Cuando la proporción entre largo y ancho no es tan marcada, el pasillo pasa a llamarse “hall” y puede ser utilizado, además, como zona de espera.
Un corredor posee una connotación popular que alude a una mayor amplitud y luminosidad. Un pasillo, en cambio, evoca más bien a algo estrecho, cerrado y oscuro, donde la opresión se encuentra presente y palpable. Sin embargo, todo pasillo/corredor posee una o varias aberturas hacia otras habitaciones. Nuestro paso por esta vida se da en una serie de hechos cronológicos que marcan hitos en la historia, o al menos en la nuestra. Cada hito puede ser representado por una puerta, la cual, a su vez, da lugar a una habitación que contiene las memorias y vivencias asociadas a él. Podemos entrar y salir de ellos mientras tengamos la capacidad para hacerlo, pero es en cierta forma inevitable retornar al pasillo y continuar nuestro recorrido. Si es hacia adelante, hacia atrás, o si simplemente nos dedicaremos a la quietud contemplativa, depende de las circunstancias. Cada habitación corresponderá a un recuerdo, una vivencia, una oportunidad o simplemente una pérdida de tiempo, pero a la vez irá conformando el laberinto de pasadizos en el que tendremos que buscar nuestro devenir. Alude, también, a las idas y vueltas, a las distintas velocidades que empleamos para trasladarnos de un lado a otro.
Pero el recorrido puede no ser tan fácil y los accesos tan simples. Quizá las puertas estén cerradas, trabadas desde adentro u obstaculizadas por el mobiliario de recuerdos e imágenes. Nuestra función es convertirnos en “cerrajeros” y en desarrollar llaves que nos permitan el acceso a esas otras realidades, ya sea de forma simbólica, abstracta o literal. Las nuevas formas de percibir esas realidades nos acompañaran de vuelta al pasillo y servirán de ayuda para enfrentar nuevos desafíos e inconvenientes. La excepción a la regla la marca el pasillo denominado “Corredor de la muerte”, nombre que se le da a la celda de los condenados a la pena capital, a menudo es una sección de una prisión, donde se encuentran las celdas de los individuos que esperan la ejecución. En él, no hay salidas, puertas mágicas ni posibilidad de desenlaces. El recorrido es sólo uno. La analogía entre este pasillo y el túnel de luz que recorremos antes de morir nunca fue tan clara.
¿Quién  duda de la importancia de una llave y las puertas en nuestras vidas? Las usamos en todo momento, muchas veces sin reparar en ello: para proteger nuestros hogares, nuestras posesiones, secretos  y hasta incluso para simbolizar los vínculos de amor. Las llaves son a lo que más cuidado ponemos a evitar que se extravíen, aunque por alguna razón inexplicable suelen estar desaparecidas con mucha frecuencia. Solo con ver una llave, ya podemos hacernos a la idea de la magnitud del bien que estamos intentando proteger o acceder. Pocas veces nos detenemos a pensar en ellas, pero las llaves y cerraduras tienen la capacidad de darnos pistas acerca de la evolución de nuestras vidas y de la importancia que han tenido distintos eventos para cada uno de nosotros. Lamentablemente, no las poseemos todas. No. Ni siquiera aquella que funcione como ganzúa o “llave madre” y que nos permita la libre entrada o salida. Peor aún, en muchas ocasiones otras personas tienen en su poder las llaves que necesitamos.
Las habitaciones que visitemos nos irán forjando como individuos, brindándonos herramientas a veces y otras poniéndonos obstáculos. Algunas de sus puertas las dejaremos abiertas, algunas las cerraremos  y en otras fantasearemos poder controlar los efectos que endilguen sobre nosotros, negando su existencia o escondiendo su verdadero significado. Y quizá una vez que se termine nuestro tiempo terreno también continuemos transitando nuevos pasillos, con novedades generosas y quizá también con fantasmas que demanden la retribución respectiva por nuestros errores.
La meta es el camino, dicen; y podemos correr pero no llegar a ningún lado, como reza una vieja canción, pero lo importante e inevitable quizá sea seguir moviéndonos.

-Matt A. Hari-


El pragmatismo del amor post desengaño.






La concepción del amor es tan variable tanto a nivel social como a nivel individual, pasamos de creer en el amor como algo cuasi utópico a encontrarle una vuelta de tuerca a medida que el tiempo pasa y las experiencias se acumulan. Lo que empieza siendo un gran sentimiento de felicidad, se transforma en un contínuo replanteo de ideas. 

Ante todo, la pregunta básica que dispara cualquier tipo de planteamiento: ¿qué es el amor? A partir de ahí, empieza a redefinirse el todo. ¿Creo yo en ese tipo de amor? ¿Soy capaz de amar del modo en el que creo? ¿Estoy dispuesto a estar con personas que no tienen el mismo concepto de amor?

¿Cómo se pasa de ese amor adolescente en el cual se cree en la felicidad y fidelidad eternas a un amor más libre de preconceptos y ataduras? Desengaño, la puesta en escena de la realidad contrastando con la tesis. Y así, poco a poco, esa ensoñación perfecta da paso a lo que definimos como el pragmatismo del amor. 

¿En qué consiste ese ideal? En cuestionarse la visión social del amor. Todos amamos de diferente forma, pero hay instalado en el inconsciente de la sociedad un ideal que dice que estar en pareja es la proyección total del amor, la felicidad plena. Y tal vez no sea así, tal vez las cosas sean distintas a lo que se cree. 

Hay una percepción diferente, en la cual el amor o la relación de pareja se torna un poco más realista y menos idílica. Esa percepción contempla que dos personas no están juntas por una cuestión químicamente sentimental que los hace inseparables, sino porque se comprenden más allá de los peros. Es decir, no estamos en pareja por creer ciegamente en el amor hacia alguien, sino porque emprendemos juntos un viaje que tiene que ver con cuestiones más realistas que sentimentales.

Ese pragmatismo proviene de la cantidad de veces que por amor negamos los defectos o vicios de la otra persona en pos de seguir el camino junto a la persona que creemos amar. Pero cuidado, cuanto más se quiere a una persona, más deberíamos ser capaces de ver lo malo en ella. El paso siguiente es el cénit del pragmatismo: ¿estoy dispuesto a dejar de lado el amor si esa persona no era tal cual yo creía, o prefiero obviar lo malo en función de seguir en una relación que sé que no es lo que lo deseo? 

Ahí es cuando comprendemos que muchas veces, el amor es una excusa para enceguecernos y no poder ver más allá de los sentimientos. Quizá el amor no sea ese ideal en el cual hay llantos, gozos, placer, sentimientos desbordantes y un final doloroso, sino que sea simplemente aprender a caminar junto a alguien en un camino individual y compartido, con cosas en común y un plan de vida, despojado de un sentimentalismo de pacotilla que termina ridiculizando el verdadero sentido de una relación de pareja.
Sería interesante probar qué se siente, ¿estás dispuesto a intentarlo?


- Rodro Malamorte - 

La lógica perversa de la bondad humana


"Cuando lo hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad."
Bertolt Bretch

“¿Por qué somos buenos con los demás?”. Esa fue la pregunta que dio inicio a una serie de disquisiciones acerca de un tema que es tan antiguo como la humanidad misma: la bondad humana y sus consecuencias.
¿Somos buenos porque naturalmente poseemos esa virtud? ¿O lo somos porque en el fondo esperamos que los demás lo sean con nosotros? Hay una especie de pacto moral en el cual no se puede obligar al otro a que se comporte como uno, pero esa moralidad es la que se pone en juego entre dos personas.
Cuando hacemos algo en pos del bien de alguien, es cuando se inicia este juego. Esa persona, aunque no quiera verlo o no quiera hacerse cargo, implícitamente tiene la obligación de comportarse del mismo modo cuando la necesidad sea inversa. Pero hete aquí que no todos son coherentes con esa obligación. Y como esa obligación no es penal sino moral, no hay forma alguna en la cual podamos obligar al otro a actuar como lo hicimos en su momento.
¿Qué sucede en ese momento? Excusas, argumentos vacíos, echarle la culpa a cualquier cosa con tal de no hacerse cargo de su falta. Frases como “yo soy así, discúlpame”, “no me gusta discutir” o “que vos actúes así no significa que yo tenga que actuar igual” nos dan la pauta de que en el fondo, el nexo de obligatoriedad parece funcionar solamente cuando la necesidad es propia.
¿Por qué la gente suele actuar así? ¿Incoherencia, conveniencia? Tal vez sea una mezcla de factores, o quizá sea simplemente una demostración de un excesivo egoísmo en el cual todos tienen que estar a su disposición. Pero esa disposición pareciera no afectarlos de un modo coercitivo: cuando la campana suena del otro lado, eligen homenajear a Poncio Pilatos y desaparecer haciendo mutis por el foro.
Entonces, ¿qué se hace con tanta bondad y buenas intenciones cuando el desencanto se apropia de la realidad? Ese es el punto, está en uno decidir si se sigue insistiendo por naturaleza con una virtud que no todos valoran, o desistir de intentar que los demás entiendan que las buenas acciones deben ser correspondidas del mismo modo. En todo caso, y lamentablemente, el peso de la decisión siempre recae en nosotros mismos y en nuestras conciencias. 


-Rodro Malamorte-    

Conmigo o sinmigo



No puedo vivir contigo o sin ti   -U2-

Actualmente se estima que el 0.3 por ciento de la población se identifica como transgénero. Esto equivale a 21 millones de personas que padecen Disforia de género, término técnico con el que se designa a las personas que creen o les parece que tienen una contradicción entre su identidad de género en contraposición al sexo anatómico de nacimiento.

A los 5 años, Tommy Gabel vio un concierto de Madonna en la televisión. “¡Ese soy yo!”, pensó para sí mismo, en estado de trance.: “Eso es lo que voy a ser cuando sea grande. Un montón de niñas quieren ser Madonna”. El problema fue que Tommy pensó esa magnífica idea casi sin darse cuenta de que tenía el cuerpo de un niño.
Pronto, Tommy empezó a revisar el armario de su madre. En su habitación edificaría fortalezas de almohadas las cuales lo cobijaban para probarse las medias de nylon de su mamá. Ya en la escuela primaria, comenzó a robar en tiendas de ropa de niñas. Alguna que otra película como El silencio de los inocentes, Ace Ventura y El juego de las lágrimas hablaban sobre la temática pero no representaba a las personas transexuales de una forma muy positiva. Un día cualquiera, a los 13 años, encuentra en una enciclopedia un artículo sobre Renée Richards, un profesor de tenis transgénero en los años 70 que nació como hombre pero que se sometió a una cirugía de reasignación de sexo para vivir como una mujer. Recuerda que el artículo contenía poca información, pero a partir de allí cualquier dato que encontrara era leído y vuelto a leer intentando encontrar una explicación plausible a lo que le sucedía. Una luz –aunque de dudosa esperanza- se encendió ante sus ojos.
Casi en simultáneo, Tommy comenzó a buscar consuelo en la música,  aprendió  a tocar  la guitarra, y junto a su mejor amigo descubrió bandas de punk como Sex Pistols y The Clash. "Los niños me llamaban maricón y me golpeaban. Me gustó que el punk era una música de oposición, en lugar de sólo aceptar la realidad que te muestran."
Durante la secundaria, salía con mujeres ya que siempre sintió atracción por ellas. Dejó la escuela  tempranamente para formar su única banda hasta la actualidad: Against Me! (“Contra mí”, toda una declaración de principios mirando la situación en retrospectiva), y comenzó a salir de gira durante  9 o 10 meses por año. Pero lamentablemente la música no podía ahogar los sentimientos, y a lo largo de sus composiciones fue dejando pistas profundas en letras de la banda, como en la canción “The ocean”:
"Si pudiera haber elegido, hubiera nacido mujer / Mi madre me dijo una vez que ella me habría llamado Laura / crecería hasta ser fuerte y hermosa como ella".
Nadie de su entorno cercano, ni los miembros de su banda prestaron atención ante estos desgarradores signos de sinceridad. Como el viejo refrán reza: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.
Años más tarde, ya plenamente decidido a vivir como hombre, Tommy conoció y se enamoró de Heather, una artista y diseñadora, con quien más tarde se casaría y tendrían una hija. El estrés de una experiencia decepcionante con un importante sello discográfico y el embarazo de su mujer pusieron a Tommy en una crisis emocional, recurriendo compulsivamente al uso de alcohol y drogas. "Estaba entumecida y no podía escribir, no podía funcionar… Las sensaciones fueron consumiéndome totalmente y sentía que no podría vivir más inmersa en una mentira". Dos años pasaron en un borrón de investigación y lectura de blogs secretos escritos por mujeres transexuales. Las cosas finalmente se hicieron evidentes. A los 31 años, Tom decidió decir adiós a Thomas Gabel y vivir de allí en más como Laura Jane Grace: con el nombre que su madre le hubiera puesto.
Lo que se transformó en Tom/Laura a partir de esta decisión quizá no sea lo importante. Podrá generar controversia o identificación, podrá convertirse en un modelo a seguir o en una figura de escarnio público. No obstante lo cual, al enfrentar sus demonios hizo valer el don más preciado que tenemos como seres humanos: la libertad de elegir cómo queremos vivir nuestras vidas. 


-Matt A. Hari-

Los Andes “Obras cumbres” o la quimera hecha canción.

Todo amante de la música sabe con certeza lo difícil que es escribir una buena canción. Y cuando me refiero a ello no solo hablo de pe...