Nanocuentos (III)


ENCUENTRO

La bocina suena de forma insistente como un rumor lejano; la colisión es inminente. Preparo mi cuerpo para soportar el impacto, los ojos cerrados, los puños apretados y los dientes rechinando forman una mueca amarga hasta que mi propio grito me despierta.

PALABRAS

Una palabra a la vez es una secuencia temporal. Adjetivos, verbos, sustantivos y conectores; comas, puntos y mayúsculas. Sin duda una fórmula interesante si tuvieran una idea en donde basarse.

ÉTICA

Las decisiones muchas veces no tienen vuelta atrás. Justo como ahora que me debato entre la cercanía del suelo y el borde de aquél acantilado donde segundos antes me pregunté lo mismo.


Matias Sosa

Sesiones en vivo (XVII), Hoy: Stuka y 114 Errores en Fede Bar, Santa Teresita/ 19-08-2017



Si bien la historia es harto conocida, los orígenes del punk rock, en especial el inglés, tuvieron su piedra fundacional en los comienzos del denominado «Pub-Rock», movimiento que de la mano de grandes bandas como Dr. Feelgood y The Stranglers cimentó toda la revolución que vendría años más tarde, invisibilizando a aquellos y dejándolos fuera del foco de la fama. 
Ahora bien, quizá se pregunten el por qué realizar una introducción de este tenor para hacer una reseña de un show… Simple, porque hablar del Sr. Gustavo Fossá (AKA Stuka) es hablar de toda esa historia; la injustamente segregada y la explosión masiva unidas, filtradas por el tamiz tan particular de una de las personas que mejor entendió el eclecticismo y la música como un crisol de influencias que se conectan y modifican, pero sin dejar de representar a la totalidad que la define. 
Con su segunda visita a las ciudades de la costa argentina en menos de dos años –esta vez presentando a su nueva banda-, el quinteto formado por Fernando Bonanno en guitarra y voz, Ded en bajo, Damián Luke en batería, Fer Carlini en saxo y el propio Stuka en voz y guitarra marca registrada, representa una propuesta muy interesante para apreciar en los tiempos que corren.
114 Errores
La velada dio arranque pasadas las 00.00 hrs. con los locales 114 Errores quienes, como siempre, se despacharon con un set ajustado y con mucha fuerza. Además de las paradas obligadas de su repertorio, presentaron dos temas nuevos -«Momentos luces» y «El olivo»-, avances que dejaron en claro que sin duda en poco tiempo tendremos en nuestras manos un material que va a dar que hablar. Temas de ayer y de hoy, cantados con el sentimiento y el empuje de siempre, acompañados por los coros de su público que festeja día a día los progresos de la banda. 
El tándem Stuka/Carlini a pleno.

                       





Minutos más tarde, Stuka y sus secuaces subieron a las tablas para hacer lo que mejor saben: dar un concierto de rock, sin divismos ni concesiones. Pusieron primera con una jam con mucho groove de «Siempre es lo mismo, nena» del gran Pappo Napolitano. No dejaron de lado temas históricos como «Bombas a Londres», «Sólo una agresión» y «Aburrido, divertido», pero reversionando los mismos con una lectura impecable que combinó el british reggae más fino con toques de ska y el rock más furibundo. Hubo lugar para temas nuevos, entre los que se destacó «Los unos y los otros» y para una avalancha de covers totalmente incendiarios como «Rock and roll star» de Oasis, «Runaway boys» de Stray Cats, «The Killing moon» de Echo & the Bunnymen y «Bitch» de The Rolling Stones, con zapadas y contrapuntos geniales entre guitarra líder y saxo. Es para destacar la incorporación de Fer Carlini como saxofonista estable de la formación, ya que no solo entiende a la perfección como potenciar una canción con su instrumento sino que además logra que la banda se mueva en diferentes estilos que, como dijimos antes, fueron influencia directa del punk rock (beat, rock and roll, rockabilly, rhythm and blues, etc.) y que los hace desplegar un sonido «clásico» totalmente irresistible. 
Tras una hora de show se despidieron con una extended version de «Nada ni nadie nos puede doblegar» donde Stuka mostró con orgullo su chapa de guitar hero sacándole fuego a su instrumento. No obstante, la canción se vio opacada por la intromisión de un “fanático” que confundió la arenga con la torpeza etílica y se tornó molesto en varios momentos del show. 


Un verdadero placer para el equipo de Macondo Blues el haber presenciado un recital tan interesante y plagado de buenos momentos de uno de los mejores guitarristas que dio la escena musical argentina; un prócer punk con muchas batallas ganadas pero que todavía tiene una gran resto para ofrecer y un sonido patentado que debería ser enseñado a las nuevas generaciones para comprender de qué va todo este rollo del rock and roll.

Matías Sosa

Nanocuentos (II)

Cada día es una vida.
Horacio

NOVELA

El ritmo frenético de la pluma y el susurro de las letras sobre el papel le dieron la certeza de que lo escrito tenía un sentido. Las ideas brotaban lúcidas y sin respiro. Supo, al detenerse, que ese capítulo estaba terminado.
Lo único que se escuchó después fue el disparo que apagó su vida.

ACCIÓN Y REACCIÓN

El aire se cortaba con un cuchillo y el silencio se apoderó de la situación. Se escrutaron tensamente intentando leer el próximo movimiento y la ansiedad se multiplicaba con cada segundo que pasaba. Acto seguido, se besaron.


M.S

El último obsequio


Finalmente, el día había llegado. Se revolvió en la cama y abrió sus ojos con una ansiedad inusitada. Pensó en voz alta: «días como hoy se dan una sola vez en la vida». No prepararon nada especial para aquella noche, salvo una abundante cantidad de comida como intentando suplir otras carencias. Aquello no le importó en absoluto. Tampoco se vistió de manera especial: una remera blanca, una camisa azul y un pantalón haciendo juego.
Al llegar el primer invitado, se incorporó de inmediato, saludándolo discretamente pero con disimulado interés. Sonrió vagamente y esperó que su interlocutor rompiera el hielo. Casi sin respiro, el recién llegado preguntó:
- ¿Estás seguro de querer esto?- dijo rascándose la cabeza. ¿No sería mejor algo un poco más elaborado?- 
-No, respondió secamente. –Me parece lo más apropiado- agregó. Además prefiero algo que me sea útil y pueda usarlo más adelante.
Con un gesto de desconcierto, el invitado interrogó nuevamente:
-¿Lo mismo de siempre?-
-Sí, como siempre. No hace falta cambiarle nada.
Resignado, se encogió de hombros y se acomodó para empezar el relato. 

“Hubo una vez, un joven príncipe que, sentado a la vera de un río en la afueras de su comarca, meditaba sobre su futuro. No podía sentir más que incertidumbre ya que todo su reino se veía diezmado por las fuerzas opositoras, quienes amenazaban constantemente la prosperidad y tranquilidad de sus habitantes. Su padre, el rey, se encontraba postrado en cama muy grave debido al paso de los años y a una horrenda tuberculosis que lo castigaba hacía casi dos meses. La reina, había perecido por la misma enfermedad un tiempo antes sin poder despedirse de su hijo, hecho que marcó al apuesto príncipe de forma inimaginable. Desde ese momento, toda decisión importante recaía sobre sus hombros, al igual que dos arcas llenas de plomo.
Nuestro príncipe se encontraba, además de resignado, muy afligido por el presente inestable que le tocaba vivir, pero aún conservaba aquella fuerza interior y ese fuego en la mirada que todo joven guarda en sus entrañas. Invadido por recuerdos y sensaciones de experiencias inconclusas, dejó caer una gruesa lágrima que se hundió rápidamente en las vivas aguas del río. 
A punto de quebrarse en un llanto desconsolado e impotente, vio acercarse a un viejo mendigo que entonaba con voz aguardentosa una vieja tonada de los juglares, levemente irreconocible por su dicción no lega. 
A pesar de creer no haber sido visto por el mendigo, nuestro príncipe se sorprendió al verlo sentado junto a él, lavándose las manos llenas de sabañones. El príncipe, conmocionado por la falta de educación del mendigo, le dijo:
-¿Cómo osas sentarte al lado de tu majestad sin pedir permiso de plática? –preguntó duramente.
- No creo que seas dueño también de las aguas que dividen tu reino con el de Federico VII-, respondió el mendigo burlonamente.
-No, pero espero ser tratado con respeto tanto en mí reino como en cualquiera que ose visitar- profirió altaneramente.
-No tengo dudas de eso, pero al veros en esta situación tan comprometida pensé en que os interesaría que le aclare, aunque sea un poco, sus tormentos.
-No me llame a la risa, insensato- gritó burlonamente el príncipe. Si de alguien necesito consejo es de la providencia, y no de un octogenario decrépito.
-¿Y acaso crees que la providencia os salvará de vuestro irremediable futuro y de vuestro estéril desenlace?- replicó el anciano.
-Ya lo creo. ¿Quién sino? –dijo vehemente.

El anciano mostró un gesto de resignación al mismo tiempo que buscaba en su viejo morral una hoja y una carbonilla. Sin pausa, anotó unas palabras en una hoja amarillenta. Doblo el papel a la mitad y se lo entregó al príncipe. Rápidamente, se incorporó y de dos zancadas se alejó de su lado vociferando irónicamente: -ahí tienes la respuesta de la providencia, mi estimado príncipe, ahí tienes la respuesta de la providencia...
Ofendido, el príncipe se dispuso a tirar el papel pero sintió incertidumbre acerca de su contenido. Lentamente, abrió el papel y pudo leer una frase escrita con muy fina caligrafía:

“Un príncipe no es príncipe por voluntad divina, sino por que sus padres hicieron el amor divinamente”.

El príncipe, absorto ante lo que veían sus ojos, quedó atónito mirando el correr del agua. Pensó en lo que había vivido, en lo que le faltaba por vivir, en las cosas que hizo y en las que nunca haría. Finalmente, y a pesar del dolor que sentía, sonrió satisfecho. No sólo aceptó su finitud en términos terrenales sino que, además, comprendió que la Providencia no podría cambiar nada de lo que había hecho durante su corta pero intensa vida.”

-Gracias- dijo. Es el mejor regalo que me podrían haber hecho.
-De nada- respondió el carcelero.

Las luces se encendieron y la puerta se abrió. Las esposas puestas y la custodia preparada. Un paso tras otro marcaban el largo camino que debía seguir para llegar a la camilla que oficiaría de escena del crimen y lecho de muerte a la vez.
Una inyección calmaría su dolor de la misma forma que él apagó la vida de aquellas víctimas inocentes. Sin embargo algo los unía: la Providencia nunca es justa para nadie.

M.S

(Des)esperar

Todo lo puede esperar el hombre mientras vive.
Séneca

¿Qué esperamos?
¿Qué nos den una palmada en el hombro y nos digan «gracias por todo»?
La espera es siempre pasiva, sinónimo de paciencia y de comprender toda sin importar lo que nos ocurra. Aprendemos a esperar cuando nacemos con la inmediatez como premisa; y no hay un solo día donde no reclamemos ese derecho biológico de satisfacernos sin demora.
Nos dicen tres horas o tres meses, la mueca de nuestra cara cambia y comienza a adaptarse a eso que, justamente, no esperamos. Esperar nos templa, nos cocina a fuego lento y en ocasiones nos consume. Viéndolo así, la vida misma es la eterna espera de la muerte; esa pena que, irónicamente, no esperamos y pedimos se retrase.
Esperamos la oportunidad. Un oxímoron con excepción a la regla.
“Es-pero” refiere a algo que es y no es al mismo tiempo; una suerte de realidad con condiciones, un «casi», una clausula de algo a cambio de nuestro bien más preciado y de alcance limitado: el tiempo.
Entonces ¿qué esperamos? ¿Tiempo? ¿Esperar sin desesperar con la esperanza intacta? 
Ni por asomo. Que sea el tiempo el que, por una vez, nos espere.

Los Andes “Obras cumbres” o la quimera hecha canción.

Todo amante de la música sabe con certeza lo difícil que es escribir una buena canción. Y cuando me refiero a ello no solo hablo de pe...