Microrrelatos (IV): Interruptor

No maldigas las tinieblas, enciende una vela
(Anónimo)

Sentía que en algún lado debía estar. Era cuestión de tiempo para que la encuentre. Comienzo palpando mis brazos y mi pecho casi instintivamente, inspecciono los pliegues esperando encontrar alguna pista de su ubicación. Continúo con las piernas, las manos; doblo mis brazos de forma imposible para rastrear la espalda, incluso hasta los lugares donde alcanzo con gran esfuerzo. No hay señal de dónde pueda esconderse.
Toco mis bolsillos como por acto reflejo y comienzo a impacientarme. Mis manos van al cuello y lo recorren por cada centímetro. Busco detrás de mis orejas y hurgo en mi pelo sin éxito. Por último, mi mano se dirige temerosamente hacia la nuca temiendo encontrar allí el interruptor que detiene mis pensamientos. Allí está: una tecla protuberante que marca el encendido y apagado de mi mente.
La paradoja se presenta al saber que sin él jamás podría cuestionarme la remota posibilidad de escribir esto.


M.S

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