No maldigas las tinieblas, enciende una vela
(Anónimo)
Sentía que
en algún lado debía estar. Era cuestión de tiempo para que la encuentre.
Comienzo palpando mis brazos y mi pecho casi instintivamente, inspecciono los
pliegues esperando encontrar alguna pista de su ubicación. Continúo con las
piernas, las manos; doblo mis brazos de forma imposible para rastrear la
espalda, incluso hasta los lugares donde alcanzo con gran esfuerzo. No hay
señal de dónde pueda esconderse.
Toco mis
bolsillos como por acto reflejo y comienzo a impacientarme. Mis manos van al
cuello y lo recorren por cada centímetro. Busco detrás de mis orejas y hurgo en
mi pelo sin éxito. Por último, mi mano se dirige temerosamente hacia la nuca
temiendo encontrar allí el interruptor que detiene mis pensamientos. Allí está:
una tecla protuberante que marca el encendido y apagado de mi mente.
La paradoja
se presenta al saber que sin él jamás podría cuestionarme la remota posibilidad
de escribir esto.
M.S
No hay comentarios:
Publicar un comentario