Llevo tanto tiempo mirando esas fotografías, que casi
creo que son reales
Robert
Smith - Pictures of you-
Uno de estos primeros
daguerrotipos tomado en 1839 por Louis Daguerre “Boulevard du Temple, Paris”,
muestra el citado boulevard a las ocho
de la mañana. En esa hora la calle era un autentico hervidero de gente yendo de
aquí para allá a toda prisa, pero, como se puede observar, la calle parece
desierta. ¿Y dónde está toda la gente? Pues sencillamente, como se movían no salieron
en la foto. Sin embargo, tal como las nervaduras de una hoja contienen la
estructura del árbol del cual se desprenden, no todo es lo que parece. Un solo
ser humano se yergue en la instantánea. ¿Qué lo hace distinto? ¿Qué representa
su soledad? ¿Cómo, dónde, por qué y cuándo?
Una foto detiene e inmortaliza un
momento en el tiempo; dota de sentido un recuerdo y activa los sentimientos
asociados a ellos. Nos hace inmortales pero a la vez perecederos. Somos los actores principales o el fondo
decorativo y no depende del fotógrafo este recorte. El observador completa la
imagen y le otorga sentido convirtiendo cada fotografía en miles de fotos
distintas.
Todo se mueve y el simple reflejo
de la realidad revela todo menos la realidad misma. Miramos pero no podemos
verlo todo, registramos todo pero no alcanzamos a almacenarlo, recordamos pero
apenas algunas cosas y las demás las… distorsionamos. Algo análogo sucede con
la fotografía, captura pero solo unos
cuantos fragmentos, registra pero no
hay manera de guardar todas las imágenes del mundo y mucho menos de recordarlas
todas; y al final, nunca estaremos realmente seguros de que lo plasmado en la
imagen es o fue, lo que parece ser.
Al querer inmortalizar un momento
de la realidad no hacemos más que sacrificar de forma altruista el tiempo de
nuestra vida. Con cada imagen que dejamos o cada palabra que escribimos estamos
donando fuerza vital en pos de la trascendencia. A su vez, la realidad se
encuentra en esa quimera inalcanzable que descansa entre lo que se ve y lo que
no se ve, manifestándose de manera errante e itinerante en chispazos de creación
y arte. El intersticio de lo real no se nos presenta de manera simple y
accesible. No obstante, la obra representa un legado y una huella en la
historia, la cual, como dijimos, se paga con el bien más preciado, más
intangible y más ignorado de todos: el tiempo.
La cronología nos permite datar
los momentos en los que ocurren determinados hechos o procesos; en una línea de tiempo se puede representar
gráficamente los momentos históricos en puntos y los procesos en segmentos.
Quizá por eso en la imagen de Daguerre las personas, animales y carruajes no
quedaron plasmados como puntos, sino como procesos.
El ser humano ha buscado siempre
los límites de lo más lejano, lo más pequeño, y lo más veloz. En la frontera de
lo ultrapequeño y lo ultrarápido, la tecnología está
transformando nuestro conocimiento de los componentes más básicos de la materia
y de la vida: los átomos, las células, las partículas. Cada vez está más cerca
la posibilidad de actuar en las dimensiones infinitesimales en las que los
ciclos vitales se desenvuelven. Y esto,
también, se convertirá en otra foto, que marcará un destello en el tiempo,
frágil e irreverente, enseñándonos nuevamente que el tiempo pasa
inexorablemente para todos, y no podemos detenerlo.
¿Y el hombre de la foto? Detenido
en lugar y tiempo, trascendió a la totalidad de imágenes que recopiló en su
historia. Aunque eso, hoy, ya no importe.
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