Halloween, la identidad nacional, la muerte, la ignorancia, la hipocresía y nosotros.


Cuando el almanaque marca los últimos meses del año, más precisamente a fines de octubre, se da entre la gente una particular apreciación de la festividad de Halloween. Son muchas las personas que la rechazan basándose en dos cuestiones muy debatibles y cuestionables: se afirma que esta festiva tradición proviene de la cultura estadounidense, y se la relaciona con un “festejo de la muerte” contrario a la religión y la fe católica.

Digamos entonces que sus raíces están vinculadas con la conmemoración celta del Samhain, por lo tanto su origen no es norteamericano. Fueron los inmigrantes irlandeses quienes transmitieron versiones de la tradición a América del Norte durante la Gran hambruna irlandesa. Además, se vincula con la festividad cristiana del Día de Todos los Santos, celebrada por los católicos el 1 de noviembre. Se trata en gran parte de un festejo secular, aunque algunos consideran que posee un trasfondo religioso. 

Samhain significa “Fin del verano” y se celebra el 31 de octubre. Es una de las dos noches de espíritus en todo el año, siendo la otra Beltane. Es una intervención mágica donde las leyes mundanas del tiempo y el espacio están temporalmente suspendidas y la barrera entre los mundos desaparece. Comunicarse con antecesores y amores fallecidos es fácil para este tiempo.

En una época en la que predominaban las festividades paganas, los papas Gregorio III y Gregorio IV intentaron suplantarla por una festividad católica (Día de Todos los Santos) que fue trasladada del 13 de mayo al 1 de noviembre. En 1840 esta festividad llega a Estados Unidos y Canadá, donde queda fuertemente arraigada. Sin embargo, la fiesta no comenzó a celebrarse masivamente hasta 1921, adquiriendo una progresiva popularidad en las siguientes décadas. La internacionalización de Halloween se produjo a finales de los años 1970 y principios de los 1980 gracias al cine y a las series de televisión.



Entonces, la pregunta es: ¿por qué se señala como algo pernicioso una festividad que no solo no es del origen que se le atribuye sino que está vinculada a la religión a la que se supone que ofende? Una de las aristas es la falta de información, ya que la gente suele repetir discursos tendenciosos elaborados por otros. 

Un razonamiento falsamente nacionalista, casi chauvinista, según el cual las costumbres ajenas no son bien recibidas en estas tierras. Pero haciendo un recuento, ¿cuántas festividades ajenas son ya parte del itinerario nacional? ¿Acaso la navidad es una festividad argentina? Y ya que hablamos de fiestas o costumbres patrias, ¿es acaso el pueblo argentino capaz de valorar sus propias tradiciones?  
Lo que parece salir a flote con estas cuestiones es la creencia de que todo lo nacional es bueno y todo lo foráneo es negativo, pero hay algo que es mucho más peligroso y es la incapacidad que tienen muchas personas para cuestionarse los prejuicios. Es más fácil creer en paranoias de sacrificios y matanza, que investigar realmente el sentido de una festividad. 

También es fundamental el rechazo que la gente siente hacia la muerte. Es decir, está bien celebrar la vida pero no está bien conmemorar la muerte. ¿Por qué? Si ambas son parte de lo mismo, todos vivimos y morimos. No hablamos de buscar la muerte, pero sí de naturalizarla en pos de dejar de creer que es algo que tiene que asustarnos y mantenernos preocupados. 

En definitiva, habría que preocuparse más por investigar y conocer en lugar de discriminar a una festividad que solamente intenta pacificar las aguas entre este mundo y el mundo que habitaremos por toda la eternidad. La vida y la muerte juntas, como puntas de un mismo lazo. 


-RODRO MALAMORTE-

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