Me gusta todo lo que es antiguo: los viejos amigos, los viejos tiempos, los viejos modales,
libros antiguos y viejos vinos.
Oliver Goldsmith
¿Cómo salgo de este infierno si lo hice a mi medida?
-Los antiguos,
Hecho a mi medida-
Hace ya más de dos años escribía una reseña de
“Simple”, la ópera prima de Los Antiguos. Llamarla "reseña" quizá suene un tanto
pretencioso y hasta injusto, ya que se trató más de una catarsis enmarcada en
un lenguaje poético, quizá como forma de contener las emociones que fluían por
mi mente en ese entonces.
Recuerdo haber escuchado el disco mientras
manejaba, de noche, por la ruta. Durante los poco más de veinte minutos de
duración fue tal el bombardeo de imágenes y sensaciones que me llevaron a tomar
una lapicera y una hoja, y como poseso escribir un texto de por sí delirante,
intentado plasmar la música de la banda como si de un cuadro o una poesía se
tratara. Un conglomerado que incluía influencias de Alighieri, Lovecraft y los
paraísos lisérgicos de Baudelaire.
Sin embargo, tenía una deuda con ellos, y era el
poder apreciar su potencial en vivo. Reputación ganada a fuerza de la
trayectoria de sus integrantes y a las buenas referencias de amigos y allegados
al mundo de la música. Por cuestiones geográficas, no había sido posible sentir el impacto de su música fuera del
ámbito privado. Muchas veces, las distancias a las grandes capitales hacen
estragos entre la necesidad y el objeto de deseo.
Los Antiguos, y todo su poderío en el escenario. |
El show en el teatro 5 Sentidos de la ciudad de Mar
del Plata, fue la invitación para que el equipo de Macondo Blues saliera a la
ruta nuevamente para introducirse en el mundo de Los Antiguos. En un marco
atípico –decoración barroca, arañas de
techo con cientos de caireles, tonos salmón y obligado telón rojo-, el
recinto resultó cómodo y con muy buena acústica, dando el marco para reunir a
un gran número de seguidores de la banda y de la música pesada en general.
Tras el aperitivo contundente de los locales Silverado, Hemisferia y Bona Vena el terreno quedó preparado para que se
avecine el turno de Anomalía –agrupación cuyo guitarrista es, justamente, David
Iapalucci de Los Antiguos y quien realizaría un esfuerzo extra tras dos sets
completos sumando casi 2 horas y media sobre las tablas- y así disponer todo para dejar a Pato Larralde y compañía a cargo del plato principal. La banda sonó demoledora, con un audio brutal que
golpeaba en el pecho dejando marca. La química que poseen juntos arriba del
escenario potencia la propuesta. A un puñado de excelentes canciones le suman
una buena puesta escénica, intérpretes de calidad y un “hambre” que contagia
hasta al espectador más abúlico. Larralde por momentos parece un caudillo
rebelde del interior del país, mezclando camaradería y carisma con la furia más
recalcitrante. Cuando no canta, grita arengando al público que lo saluda y
venera con sumo respeto, y hasta dándose el lujo de ofrecer certeras palabras
de reflexión sin caer en la pedantería o en posturas dogmáticas. ¿Y qué decir
del resto de los músicos? Las guitarras rebanaban el aire como una katana
samurai, mientras que el bajo y la batería conforman una hermandad rítmica de
infarto que mantiene un pulso firme sin fisuras a lo largo de la hora y media que dura el show.
En 15 canciones repasaron toda su discografía sumando un tema nuevo que dejó
expectantes a los presentes imaginando el rumbo que la banda guarda bajo la
manga. “La peste del sapo”, “El sureño” y su groove machacante, “La culpa al
viento” (coreada a más no poder por el público), la fuerza de “H.P.V” y el
cierre a cargo del aplastante “Hecho a mi medida”, dejaron a los presentes con los
oídos agotados pero con sonrisas en sus rostros.
¿Qué decir? Un gran show de una gran banda que sumado el ambiente
relajado, el jolgorio, y la buena atmósfera que se respiraba confirman la
hipótesis del por qué se escucha tan a menudo la frase “¿Loco, ya viste a Los
Antiguos en vivo?”. Ahora, efectivamente, podemos decir que sí, y bien que
valió la pena.
MATT A. HARI
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