El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace
nada.
Goethe
¿Dónde está
la brújula que nos llevará al lugar donde queremos ir? ¿Dónde se compra y cuánto
vale?
Ese
artefacto tan diminuto y preciso que indique el camino a seguir y las
decisiones a tomar.
Porque al
estar entre aguas calmas la voluntad es siempre buena compañera. Pero en un mar
embravecido, con olas altas que castigan duro en medio de la tormenta, la
claridad y las decisiones nunca van de la mano.
Tenemos
miedo, pavor del más puro, de equivocarnos y de chocarnos contra la pared de
agua que nos embista castigando la embarcación que nos sirve de escudo. O
simplemente soltar el timón y dejar que los vientos nos lleven a su antojo.
Cosa que sin duda harán: esa fuerza que nos arrastre hacia tierra firme o hacia
una muerte segura.
Pero no nos distraigamos
ni olvidemos de la tormenta, esa misma que turba nuestros sentidos y nos azota
sin piedad. Es una suerte de guerra, despareja, sí, pero donde hay dos
oponentes definidos: tres de los cinco elementos envueltos en remolinos de
furia. El aire, el agua y la materia se entrelazan en un baile frenético. No
obstante, en caso que podamos tomar distancia ante una situación límite,
veremos que el castigador y el castigado son en realidad uno. Uno de los dos perecerá;
uno dominará y otro será el dominado.
Pero entre
toda la sinfonía de estruendos y centellas hay una sola cosa clara: quiero y
voy a dar batalla. Contra lo que pienso y lo que siento, contra lo que alguna
vez fui, contra lo establecido, contra todas y cada una de las ideas y principios
que tuve. Todo volará por los aires.
Pondré a
prueba todo lo vivido para entender si vale la pena seguir siendo el mismo. Y
pensándolo bien, no necesito ninguna brújula que me dirija ni un guía que me dé
órdenes. Me toca a mí elegir si seré el capitán de mi naufragio, si haré soltar
los botes y dejar que mis ayudantes abandonen la nave antes que yo. Ya no
necesito timón, ni resguardo, ni coraza. Ni siquiera necesito el barco. Porque
al fin y al cabo yo soy la tormenta que se prepara majestuosa para la
confrontación conmigo mismo frente al espejo; yo versus yo, la razón y el
deseo, lo correcto y lo incorrecto, el ayer y el mañana.
Uno de los
dos morirá y espero con optimismo no ser yo. Pero la sentencia está escrita:
incluso si logro ganar una parte de mí habrá muerto y ese vacío nunca estará
completo otra vez.
M.S
No hay comentarios:
Publicar un comentario