Microrrelatos (II): Terapia

De nadie estamos más lejos que de nosotros mismos.
Friederich Nietzche

Como siempre, llego puntual a la cita. Pienso en lo que voy a decir y en cómo voy a hacerlo. De a poco ordeno los pensamientos que darán paso a las palabras, y me encomiendo a algún dios que me dé el valor para pronunciarlas. Siento el pulso acelerado y la respiración algo entrecortada, pero siempre me sucede lo mismo en este lugar.
Respiro hondo, demasiado quizá, y me dedico a priorizar las ideas. Siento que están listas pero nada sale de mi boca, excepto una bocanada de aire que se confunde con un soplido. Se suceden uno tras otro como si formaran parte de un lenguaje que todavía desconozco. Me mojo los labios una y otra vez casi en un patrón rítmico, como si mi boca estuviera sellada cual portón de hierro. Cuando me advierto próximo a hiperventilar logro serenarme y controlar el flujo de aire poniendo toda mi atención en inspirar y expirar deseando que alguna palabra se deslice hacia afuera casi sin querer: nada sucede. O quizá sí, ya que me siento un torbellino de ideas que se agolpan y molestan entre ellas. Pese a estar relajado pareciera como si me estuviese moviendo con un balanceo cansino. Trago saliva por última vez y me fuerzo a terminar lo que empecé -por algo estaba allí-, pero cuando un parpadeo irregular me saca de la diatriba interna en la que me encontraba, caigo en la cuenta que ya llevo corriendo más de media hora y me detengo como en cámara lenta.
Creo que es todo por hoy, nos vemos la próxima.

M.S

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