Apostillas de vida (III): "Nones"


“Lo más importante que aprendí a hacer después de 40 años fue a decir no cuando es no”
Gabriel García Márquez

Decir que sí cuando se siente que no. ¿Común, no? Pocas expresiones existen que tengan la potencia e impronta de un “no”. El primer límite, las primeras lecciones, los miedos más arraigados, el difícil afrontamiento, la dura aceptación. Sólo dos letras que unidas dan cuerpo a la combinación más temida de nuestro vocabulario.
Rechazo. Sueños rotos. Esperanzas truncas. Expectativas derrumbadas.
Quizá sea una verdad de Perogrullo, pero pertenecemos a una cultura donde el hecho de querer agradar vence a la individualidad, la imagen a la verdad y las palabras ajenas al yo interior. La mentira le gana a la verdad. Lo más llamativo de este razonamiento es que la mentira y el falso testimonio son moneda corriente en nuestras vidas. Nos gustan las calumnias, las falacias y embustes. Porque la mentira es manejable y, a la larga, digerible. La verdad, por el contrario, es dolorosa y es imposible de engullir, nos queda atorada en la glotis y quema hasta volverse brasa.
El “no” altera la armonía y habilita el conflicto; aunque negar una cosa implica afirmar otras muchas, y viceversa. Pero esa certeza siempre llega después y nunca antes. De ahí el destiempo y de ahí la asincronía. Un “no” a tiempo es casi un hipotético, una suerte de quimera.
No obstante, saber lo que no se quiere es el primer paso para averiguar lo que realmente se desea. Pese a que nos duela, la negación abre una brecha que posibilita al “sí”, habilitando el interjuego necesario para dar cuerda al artefacto que mueve al mundo.
Al fin y al cabo: ¿el no es sí y el sí es no? Sí y no. Depende de cada uno aprender a aceptar un no como respuesta y dejar de ver al otro como enemigo, cuando en realidad somos nosotros quienes debemos amigarnos con nuestros anhelos.

-MATT A. HARI-


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