La normalidad de lo anormal


Lo que nos hace personas normales es saber que no somos normales.

Haruki Murakami -Tokyo Blues-

La mayoría de los textos aquí escritos, provienen de cuestionamientos internos o externos. Una de las cuestiones sociales que más llama la atención, es la validez que se le da al término "normal". Como si la normalidad fuese algo predeterminado cuyos cánones dictaran verdades universales cual si fueran reglas de convivencia. Pues bien, ¿de qué hablamos cuando hablamos de normalidad? ¿Es lo normal todo aquello que creemos correcto? ¿Y por qué solamente es normal lo que nosotros creemos correcto? ¿Y las voluntades y deseos ajenos? ¿Convertimos nuestra voluntad en regla para reprimir el deseo ajeno acusándolo de anormal?
Bien vale la pena separar la paja del trigo: lo normal, la normalidad en sí como creación divina, es una invención meramente subjetiva. Tomamos como normales ciertas cuestiones que son habituales, pero lo que es “normal” para uno, puede ser “anormal” para otros. Piense usted es las civilizaciones que imponen a las mujeres cubrir sus rostros con velos. Bien, eso es normal para ellos. ¿Pero qué tan normal lo es para nosotros? ¿Y acaso deja de ser normal en tanto para nosotros no lo sea? O por ejemplo el caso de los tatuajes, tan en boga hoy: tiempo atrás, reservado para marginales y desclasados, ¿quién hubiera aventurado que su uso sería socialmente aceptado?
Ahí es donde entra en juego otro término que nos aclara un poco más el panorama: legitimación. ¿A qué nos referimos? Precisamente a la aceptación social de un comportamiento. Generalmente, la gente tiende a no aceptar las cosas que no han sido aceptadas por la mayoría. Al ser aceptadas, se las toma como “normales”. De ahí la relación entre normalidad y legitimación. Pero esta relación de por sí es una falacia, ya que al no haber normalidad real sino subjetiva, no es necesaria la legitimación de una conducta para que ciertamente se vuelva normal. Lo que sí es real es la necesidad social de sentirse amparados por un cúmulo de normas que, valga la paradoja, den sentido de normalidad a los comportamientos ajenos.
El punto central habría que buscarlo en por qué se necesita saber que algo es “normal” para empezar a hacerlo. ¿Por qué no darnos cuenta que simplemente hay acciones y reacciones en vez de buscar un amparo a lo que hacemos?

-RODRO MALAMORTE-





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