La ignorancia es una bendición (II)




Te romperás la cabeza, pero no hay nada dentro
Y te preguntarás a ti mismo:
¿Dónde está mi mente?

"Where is my mind?"
(Pixies)

En la década del 40, se realizó en una penitenciaría de Phoenix, Arizona, un experimento científico con un interno afroamericano condenado a la pena capital por la violación de tres mujeres, una de ellas seguida de muerte.  Un médico quiso demostrar una teoría acerca del alcance de la sugestión en humanos y su influencia en la percepción. Una vez solicitadas la aquiescencia del condenado, la autorización Estatal del propio gobernador y de la familia del acusado -pues se pensó que una persona sentenciada a  la pena de muerte no estaba en sus cabales para discernir adecuadamente los alcances de una prueba científica de este tenor-, se acordó llevar a cabo el experimento.
La prueba consistió en lo siguiente: se le propuso al condenado sustituir la muerte en la silla eléctrica por un nuevo método, en el cual se le haría un pequeño corte en la vena de la muñeca, lo suficiente para que drenara su sangre hasta la última gota. Había, pese a todo, una ventaja:   existía la posibilidad de sobrevivir en caso de que la sangre se coagulara. Si eso sucediera, se revisaría el fallo de la corte y cumpliría su condena sin pena de muerte.  En caso contrario, fallecería por pérdida de sangre, es decir, equivaldría a una muerte sin sufrimiento ni dolor. El condenado aceptó, dada la viabilidad de la propuesta y las posibilidades de sobrevivir.
El interno fue colocado en una cama y atado para que no pudiera moverse. Le hicieron observar cómo realizaron un pequeño corte en su muñeca, y debajo de ella se colocó una vasija de aluminio. Se le dijo que oiría su sangre gotear en la vasija. Lo que no sabía él, es que el corte había sido superficial y que no había alcanzado ninguna arteria o vena de importancia, pero sí fue lo suficientemente profundo cómo para que él lo notara. Sin que lo supiera, debajo de la cama había un frasco de suero con una pequeña válvula. Al hacer el corte se había abierto la válvula del frasco para que el condenado creyese que era su sangre, pero en verdad era el suero lo que se oía gotear en el recipiente. Cada diez minutos, el médico, sin que el interno lo viera, cerraba un poco más la válvula del suero y el goteo iba disminuyendo.
El condenado, al tener conocimiento parcial de la situación, creía que era su sangre la que estaba disminuyendo. Con el paso del tiempo, el hombre fue perdiendo el color, poniéndose cada vez más pálido. Cuando el científico cerró por completo la válvula del suero, el sujeto sufrió una descompensación y tuvo un paro cardíaco, falleciendo unos segundos después.  Todo esto sin una pérdida significativa de sangre. El científico consiguió probar que la mente humana cumple, al pie de la letra, todo lo que le es enviado y es aceptado por el individuo, sea esto positivo o negativo. Y tal aceptación incluye al organismo en su totalidad, tanto la parte orgánica como psicológica.

¿Es capaz nuestra mente de jugarnos tan mala pasada?


-Matt A. Hari-

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